Rotos todos los límites que parecían utópico, batido incluso por sí mismo, Leo Messi vive tranquilo en los cielos. Como si nada del otro mundo hubiera hecho ante el Arsenal cuando no solo consiguió cuatro goles sino que encandiló al planeta con una actuación celestial. El ni se inmutó y estuvo luego feliz, sereno y autoexigente. "Me tocó a mí, el otro día a Ibrahimovic y otro a Pedro. Hay que seguir mejorando", dijo la estrella argentina en ese tono humilde que le caracteriza, inmune a esa lluvia mundial de elogios.

Hasta Maradona, el Dios argentino al que está desplazando a diario, se arrodilló ayer. "Lio está jugando un partido de fulbito con Jesús", explicó asombrado el seleccionador argentino. Allí, en su país, es Lio, aquí, en el Barça, en su casa, es Leo. Allí es uno más, aquí es el número uno del planeta. "¿Cómo no me va a poner feliz que Messi gane el Mundial? Se va a terminar la polémica Maradona-Pelé y lo mejor del asunto es que Messi es argentino", dijo luego el técnico, asombrado como todos porque la estrella azulgrana es hoy infinitamente mejor que ayer --ha mejorado sus registros goleadores--, pero mucho menos aún que lo será mañana.

EL TRAJE TACTICO IDEAL A cada día que pasa, Messi incorpora detalles maradonianos a su fútbol. Con el recuerdo, siempre presente, de aquel inolvidable gol al Getafe en el que mimetizó paso a paso, regate a regate, la silueta de Diego en el Mundial de México-86. Ahora, en cambio, Guardiola le ha encontrado el traje perfecto para que la estrella se desate con un rendimiento increíble. Había empezado el 2010 y el técnico detectó que Messi había perdido su conexión con la pelota.

Se acercaba mucho al jugador que deambulaba con la selección argentina. Por eso, Guardiola acabó con el dogma del 4-3-3 y apostó por un nuevo dibujo táctico para que Messi no estuviera más de 20 segundos sin tocar el balón. El resultado ha sido tan rápido como espectacular.

Con motivo de la visita del Málaga al Camp Nou, el pasado 27 de febrero, Guardiola colocó en la pizarra a Messi por detrás del delantero centro. O sea, lo sacó de la banda derecha y le dio la llave del ataque con toda la libertad del mundo. Y Messi casi ha triplicado su eficacia. Pasó de marcar 6 goles en los 10 primeros partidos del nuevo año a firmar 16, sí ¡16! tantos, en los 10 últimos. ¡Una barbaridad!

ES IMPARABLE Ese cambio táctico ha devuelto la sonrisa a Messi, un futbolista de apenas 22 años al que no se le adivinan límites que no pueda tumbar. Ahora juega de nueve, de diez, de extremo derecho, de extremo izquierdo... De lo que quiere. ¿Qué es realmente Leo? Todo resumido en un jugador único. "Cuando se pone en marcha, es imparable", confesó abatido Silvestre, el defensa francés del Arsenal, una de sus últimas víctimas.

Se sabe lo que hará, pero no se le puede detener. Y cuando inventa, que es a diario, el genio se hace incontrolable. "Me siento muy cómodo en el centro, tengo más contacto con el balón y estoy más cerca de Xavi y de los que tienen la pelota", confesó Messi feliz porque está en el sitio ideal y el equipo ideal. "Este vestuario me quiere mucho y eso me viene muy bien", añadió.

MADUREZ PERSONAL Ese cambio de ubicación ha coincidido en el tiempo con una evolución que trasciende más allá de lo deportivo. Justo antes de ir a Zaragoza, donde marcó tres goles e inició una primavera de ensueño, Messi se reunió con Maradona durante dos horas en un hotel de Barcelona. "Le dije que lo mío ya está hecho y que ahora le toca a él hacer su carreraO, reveló el seleccionador argentino. "Al final veremos quien es el mejor de todos los tiempos", afirmó Maradona. Messi está en ese camino. No compite contra sí mismo. Ni se intuye nadie que pueda resistirle la comparación.

"Lio va por el buen camino. Le conté lo que me pasaba a mí. En un momento te invade la soledad, pero tienes que meterle garra para que no te lleve a hacer cosas que uno hizo. El está bárbaro con la familia y en pareja", afirmó. Alcanzado el cielo, y mientras juega, según Maradona, un "partido de fulbito con Jesús", el sábado descenderá Messi al Bernabéu.