No era el mejor día para jugar al tenis pero sí para que Rafael Nadal entrara en su pista preferida, el escenario de sus mejores éxitos, y abrir de par en par la puerta de la Phillipe Chatrier para acceder a su decimosegunda final en Roland Garros. Ni el molesto viento ni la lluvia ni el frío ni Roger Federer ni nada, le impidieron marcharse con el objetivo cumplido y la 24ª victoria sobre el exnúmero 1 mundial por 6-3, 6-4 y 6-2. Nadal sigue sin rival en París. No lo fue Federer y hasta hoy no conocerá el rival de mañana en la final después de que la semifinal entre Novak Djokovic y Dominic Thiem fuese suspendida por la lluvia con un marcador favorable al austriaco por 6-2, 3-6 y 3-1. El partido está previsto que se reanude a las 12 horas de hoy.

El capítulo 39 de la saga Nadal-Federer que se inició ya hace 15 años en Miami (2004) no pasará a la historia de los grandes duelos de los dos campeones. Federer nunca había ganado a Nadal en París y ayer tampoco fue el día. La ansiada batalla apenas existió. En 2 horas y 25 minutos Nadal finiquitó el partido ante un Federer que siempre fue a contracorriente y sin demasiadas expectativas.

El suizo había sorprendido a Nadal en sus últimos cinco enfrentamientos en pista dura jugando más agresivo y valiente, pero ese sistema no funciona en tierra y menos en un día como ayer. Los viejos fantasmas del pasado aparecieron pronto en la cabeza del suizo. «Es el mejor jugador ante el que nunca me he enfrentado. Pero puede estar enfermo, yo jugar mejor o el peor, que llueva o haga viento», esgrimía Federer como opciones para su victoria. Y hubo viento, también lluvia, pero ni él jugó lo bien que necesitaba ni Nadal lo peor que soñaba Federer.

LAS PEORES CONDICIONES / El partido tuvo poca historia. Si antes ya era un suplicio para Federer jugar en tierra, con las condiciones de ayer todavía era más complicado. «Tenía la impresión de no controlar nada. En el primer set solo pensaba en adaptarme a las condiciones. No sabía si podía dar un golpe plano o uno liftado», decía Federer. «Había que ser positivo y estar concentrado aunque no pudieses jugar como querías. Y eso es lo que he hecho», explicaba Nadal.

Y en situaciones límite, ante adversidades extremas, Nadal es un maestro en mantener la cabeza fría. «Tenía un plan y lo he seguido», explicó. Funcionó. Primero había que ganar el primer set. Lo consiguió mientras Federer probaba cómo jugar. Eso le dio tranquilidad. Después, en el segundo, con el partido más igualado, Nadal supo controlar la situación cuando Federer se adelantó 2-0.

«Le devolví el break enseguida y contra el viento», destacó. El suizo parecía encontrar sus mejores golpes con 4-3, y 4-4 para disponer de un 40-0 para el 5-4 que podría haber complicado la situación. Nadal se revolvió para ganar nueve puntos seguidos y apuntarse el segundo set. Si Federer tenía alguna esperanza se esfumó. El tercer set ya solo fue un trámite.

Nadal elogió a Federer, que salió de la pista aclamado con gritos de «¡¡¡Roger, Roger!!!». Fue un momento de nostalgia, especialmente para el exnúmero 1. «Es increíble lo que ha hecho Roger, ojalá pueda volver muchos años. Ni él ni yo podíamos pensar cinco años atrás que hoy estaríamos jugando las semifinales de Roland Garros. Son momentos únicos, especiales, que sabes que no serán para siempre. El final cada vez está más cerca, pero no pienso en eso. Ahora estoy en la final otra vez y solo pienso en competir al máximo», insistió Nadal.

Podrá hacerlo. Está a un paso de los 12 títulos, pero es el más difícil. «Sea cual sea el rival, será de máxima exigencia. Espero estar preparado».