Se acostumbra a tildar de "juguetes rotos" a esos deportistas exitosos que, por circunstancias diversas y un casi siempre escaso equilibrio psicológico, acaban por no saber administrar sus borracheras de éxito, concluyendo de manera poco aconsejable sus carreras e incluso, en algunos casos, sus días. O dicho de otro modo, excelentes deportistas, pero con aquello que tan gratuitamente gusta de calificar como "cabezas mal amuebladas".

No es a estos a quienes quiero referirme, sino a aquellos otros que, sin tan sin quiera haber saboreado el propio éxito, acaban en el mismo saco. Sobre deportistas de base, que, teniendo demostradas las condiciones para alcanzarlo, son demasiados los que acaban de forma precipitada sus carreras, aun se puede decir que sin haberlas comenzado prácticamente.

En el fútbol, esta circunstancia empieza a producirse hoy en día ya con demasiada frecuencia. La actual situación económica, junto al éxito en este sentido de algunos clubes punteros, está llevando a los clubes a prestar una atención a sus categorías inferiores hasta ahora realmente poco conocida. No se trata de una cuestión romántica, sino pura lógica contable, si es que en algún momento el fútbol esta última la tuvo.

A falta de grandes cantidades para los sonados fichajes, son ya muchos los clubes los que empiezan, considero que bastante a la desesperada, a realizar grandes esfuerzos para el desarrollo de sus respectivas canteras, pero con una preocupante falta de proporción entre la cantidad de esos esfuerzos y la calidad de los resultados obtenidos.

Lo alarmante de este peligroso fenómeno que se está produciendo hoy en día es que la mayoría de las veces el mismo es atribuible al ´desamueblamiento´ de sus cabezas, sino en muchos casos a la falta de formación y profesionalidad de aquellos que a tareas formativas se dedican, aun siendo estas, sin embargo, algo más que meritorias.

La enseñanza deportiva se basa, hoy todavía, en acciones repetitivas, casi siempre sustentadas en la gran cantidad de años de experiencias que los formadores acumulan a lo largo de sus respectivas trayectorias. Se sigue aún poniendo demasiadas veces de manifiesto la diferencia entre lo eficaz y lo eficiente.

La tarea de formar a un deportista es un proceso complejo, en el que confluyen muchos y variados factores: Los aspectos sociales y familiares, la preparación física acorde a su edad, el equilibrio entre la cantidad y la calidad del entrenamiento, así como el correcto entrenamiento en la toma de decisiones, bien pueden ser algunos de ellos. Factores que, aun habiéndose avanzado mucho en su conocimiento, son todavía pocos los relacionados quienes de ellos tienen un más que aconsejable correcto dominio.

Al deporte también, en estos tiempos, le ha cogido el toro. Cogida en forma de necesidad imperante de sacar deportistas canteranos.

Cogida de pronóstico reservado, cuyo fatal desenlace bien pudieran ser cientos de clubes, convertidos estos en fábricas, cada temporada más productivas, de prematuros juguetes rotos. Considero que aún estamos a tiempo.