Rusia rebasó a Croacia en los primeros minutos del último cuarto después de un partido muy táctico y parejo en el marcador hasta el minuto treinta, punto de inflexión en la contienda anotadora que ambos conjuntos libraron desde zonas distintas, con los rusos plantados en la zona y los croatas agarrados al perímetro.

Estos dos herederos de las escuelas soviética y yugoslava libraron un envite sin concesiones. Muy intensos en defensas que, por ejemplo, limitaron al ala-pívot de los Utah Jazz Andrei Kirilenko a cuatro puntos en el primer cuarto, y enzarzados en constantes situaciones de cinco contra cinco enfocaron la propuesta táctica a ralentizar el juego del contrario, a impedir los puntos en transición y contraataque.

Ante el aro apostaron por vías distintas de acción. Los rusos, con Kirilenko siempre bien vigilado -nueve puntos al descanso-, dieron preferencia al juego interior. Ahí trabajó al jugador de los Jazz y Nikita Morgunov, que también firmó nueve tantos en la primera parte (42-41).

Croacia optó por explotar los recursos exteriores y halló un filón en Davor Kus, sobre todo en el segundo cuarto, ya que el base enganchó once tantos en esa fase y fue el contrapunto que permitió a los croatas seguir el paso del equipo dirigido por David Blatt.

Ambas fórmulas se mostraron acertadas, pero el motor de Croacia arrancaba también en el rebote ofensivo. Seis balones capturados debajo del aro de los ex soviéticos le proporcionaron las segundas opciones de lanzamiento y un buen puñado de tiros libres.

Así buscaron las vueltas a los rusos, que no perdieron la cara. Es más, el partido empezó a jugarse sin cuartel posesión tras posesión. Y el marcador, al final del tercer periodo, daba fe de la igualdad del envite (56-60).

Pero Rusia incrustó a Kirilenko cerca del aro escoltado por los 215 centímetros de Aleksey Savrasenko y, por fin, consiguió abrir brecha. La desconexión de los croatas en el arranque del último cuarto les costó finalmente el choque, situado en una decena de puntos de diferencia a seis minutos de la bocina (58-78), un salto inabordable para los hombres de David Blatt.