La última derrota liguera ante el Deportivo y los nueve puntos sumados en las siete primeras jornadas de Liga han perfilado la consecución de la cuarta plaza de la clasificación como el objetivo del Barcelona en la primera temporada de la era Laporta . La necesidad de ilusionar a una afición desgastada por los sinsabores de los últimos cuatro años ha llevado a maquillar con fe en metas mayores lo que desde el profundo conocimiento de la plantilla habían apuntado los órganos de poder culés .

Directiva y responsables técnicos lanzaron claramente el mensaje de que el objetivo de esta temporada era la clasificación para la Liga de Campeones. Al no mencionar la consecución de títulos quedaba descartada la primera de las cuatro plazas que dan acceso a la máxima competición continental, pero había otras tres por las que pelear.

Los resultados, sin embargo, empiezan a confirmar que los responsables azulgrana intuían desde los consejos de sus asesores futbolísticos que la Liga tendería rápidamente a dividirse en estratos y que el Barcelona quedaría antes o después relegado del primero de ellos.

TIEMPOS DUROS

Esos expertos sabían que la calidad de las plantillas reduciría la lucha por el título a lo que se apunta como una pelea entre Deportivo, Valencia y Real Madrid. El equipo de Frank Rijkaard ha tenido que medirse, quizá con demasiada premura, a dos de esos conjuntos de primer nivel y, en ambos encuentros, el Camp Nou ha visto como los tres puntos caían del bando de los favoritos . Si primero fue el Valencia el que se impuso en el feudo barcelonista por 0-1, ahora ha sido el Depor el que se ha llevado el gato al agua (0-2). Los deportivistas suman el doble de puntos que los jugadores de Rijkaard (18-9) y también les superan ampliamente en otras facetas como la de goles (17-5).

Esa falta de pólvora, que ha convertido la plantilla actual en protagonista del peor inicio de temporada del club desde la campaña 1987-88, la del motín del Hesperia , se ha convertido en debate del entorno azulgrana, preocupado por un equipo capaz de lograr tan sólo cinco tantos en las siete primeras jornadas.

Además, el público del Camp Nou todavía no conoce la victoria, ya que la condición de local sólo le ha servido al Barcelona para registrar dos empates ante Sevilla (1-1) y Osasuna (1-1).

A MEDIO PLAZO

Aunque lejos de contentar a la afición, esos resultados clarifican la meta del equipo este año y perfilan el nombre de los obstáculos a salvar.

La desazón viene por la imposibilidad --ni matemática ni aconsejable para el proyecto Laporta -- de reconocer a estas alturas lo que sólo se ha deslizado para que nadie se lleve del todo a engaño: que la liga es cosa de otros.

El consenso entre la masa social tras las recientes elecciones debería servir para conceder ese tiempo ante la adversidad de los resultados y el pilar sobre el césped se ha confirmado como acertado con la llegada de Ronaldinho, pero hasta que lleguen otros jugadores, directivos y afición están condenados a aceptar esa cuarta plaza como el horizonte de la actual campaña.