Ronaldinho sigue haciendo "tratamiento" de la lesión muscular que le impidió estar el sábado ante el Sevilla, según informó ayer el Barça. En sesiones de mañana y tarde, el delantero brasileño acudió al vestuario del Camp Nou para someterse a la recuperación de ese percance, aunque su presencia mañana ante el Zaragoza está casi descartada. El equipo hace vida normal --ayer regresó a los entrenamientos-- y Ronaldinho continúa al margen, envuelto en una situación tormentosa, que ha disparado las dudas sobre su futuro.

Después de vivir un largo idilio con la afición azulgrana, que lo entronizó porque llevó al Barça de la nada a la cima de París en apenas tres años, Ronaldinho está bajo sospecha. Antes, no se escondía de nadie y posaba feliz para los fotógrafos, sintiéndose como si fuera el dueño del mundo. Ayer, sin embargo, cuando entró por la tarde en el Camp Nou para realizar la segunda sesión de rehabilitación se le vio eludir los objetivos, protegiéndose bajo los colores tintados de los cristales de su lujoso coche. No lo llevaba Ronaldinho, lo conducía Tiago, su primo. Como siempre.

SIN REACCION En menos de 30 días, la declaración de buenas intenciones de la estrella --"quiero hacer mi mejor temporada con el Barça", dijo convencido-- se ha esfumado. No ha terminado septiembre, el primer mes del nuevo curso, y Ronaldinho no ha dejado rastro alguno de su fútbol, unido además a la polémica que ha generado su vida privada. El cóctel resulta imprevisible porque al jugador se le acaban las coartadas. Ahora, a diferencia de otras temporadas, ha disfrutado de un mes íntegro de vacaciones.

Ahora, no tiene la excusa de la Copa América, a la que renunció en medio de muchísimas críticas en Brasil, porque entendía que así llegaría en mejores condiciones físicas a su cita con el Barça. Con más descanso que nunca y menos competición en sus piernas, Ronaldinho no ha despegado.

Es más, solo en dos de los siete partidos que ha jugado (contra el Racing y México) ha disputado los 90 minutos al completo. En eso han coincidido Rijkaard, y Dunga, el seleccionador brasileño. Ni siquiera la gira asiática sirve a estas alturas de pretexto. Además, a diferencia de otras temporadas, Rijkaard ha llegado a modificar su papel en el equipo para hacerle un hueco.

CAMBIO DE POSICION Consciente de que no estaba bien, el técnico azulgrana le echó una mano y le quitó de la banda izquierda, el lugar donde explotó Ronaldinho --en la seleçao nunca brilló tanto como en el Camp Nou, algo que siempre le han echado en cara en su país-- y, con más libertad, le abrió la puerta para que ejerciera de falso delantero centro.

Contra el Athletic de Bilbao, en su estreno como nueve nato, la estrella brasileña marcó dos goles, ambos dedicados a su hijo Joao, que visitaba por vez primera el Camp Nou. Pero los dos goles fueron a balón parado, uno de falta y otro de penalti. Muy poco bagaje.