Los datos de esta semana revelan que el patrón económico chino muda en la dirección anhelada por Pekín. Las exportaciones siguen en caída libre, a un ritmo solo comparable al auge de la inversión interior. Como resultado, China es cada vez menos sensible a la cartera de los habituales compradores de la fábrica del mundo, un desahogo en tiempos de crisis financiera.

Las ventas al exterior cayeron en mayo el 26,4%, el peor descenso de la década. Con este son ya siete meses de descensos consecutivos, según datos de la Administración General de Aduanas. Las importaciones cayeron a un ritmo similar (25,2%), situando el descenso combinado de comercio exterior en el 25,9%. Las buenas noticias llegan desde la inversión en activos fijos como carreteras, fábricas o inmuebles, que se ha disparado un 32,9% en los últimos cinco meses.