Solo ha descansado el fin de semana. No necesitó más tiempo la crisis para cruzar el Atlántico e instalarse en Europa, continente desorientado en lo político y con una parte de su sistema bancario contaminado por la crisis del sector. Así lo entendieron las bolsas, que ayer vivieron más que un lunes negro un día fatídico, una jornada para olvidar.

Una vez que Estados Unidos ha parido con grandes dificultades su plan de choque anticrisis --con 700.000 millones de dólares de presupuesto--, la Unión Europea evidenció que coexisten demasiadas voces, demasiados intereses divergentes y, finalmente, escasa unidad en lo económico. Una moneda única no construye un mercado único.

Fueron suficientes argumentos para entender lo sucedido. Cunde el pesimismo. Incluso entre quien debatía sobre si lo acontecido era un crash o un crack bursátil. Ayer, las bolsas se despeñaron por el tobogán de las pérdidas y serán necesarias muchas noticias positivas para recuperar optimismo. El fenómeno que nació y subsiste en Wall Street ahora ya recorre las calles de la vieja Europa.

La crisis de liquidez no tiene precedente en la memoria de los inversores. El pánico se ha apoderado de sus decisiones y ayer los desplomes de los índices demostraron que nadie quiere comprar y todos apuestan por vender. Londres cerró con pérdidas del 7,9%; Fráncfort, del 7,1%; e Italia, del 8,2%. Wall Street llegó a perder el 3,58%.

España fue el mercado continental en el que la sesión fue menos mala, ya que el Ibex 35 solo retrocedió el 6,06%. Basta compararlo, por ejemplo, con lo sucedido en Rusia, donde el índice de Moscú perdió el 19%.

De poco han servido los esfuerzos del presidente francés, Nicolas Sarkozy, por liderar la calma en el continente. Como premio a su tesón, de todas las europeas, la Bolsa de París fue la que más cayó, el 9%. Las buenas intenciones de la cumbre de París duraron apenas el tiempo de retratarlas ante las cámaras. Justo 24 horas después, Alemania decidió garantizar la totalidad de los depósitos de sus bancos, saltándose la coordinación con los grandes del continente. Funcionó el ¡sálvese quien pueda! La cancillera Angela Merkel quería evitar el hundimiento del Hypo Real Estate, el cuarto banco del país. Sin éxito, claro. Ayer tuvo que organizar una operación de salvamento. Evitar el estallido del Hypo costará unos 50.000 millones de euros. Bélgica estudiaba anoche si nacionalizaba del todo otro banco, Dexia.

QUEJAS DE SOLBES De poco sirven las quejas de Pedro Solbes, el ministro de Economía español, que reprobó la actitud de algunos de sus socios comunitarios, como Irlanda, Alemania o Suecia por elevar la garantía a los depósitos bancarios. El que fuera comisario europeo de Economía sostiene que solo una postura común puede frenar el curso de los acontecimientos, pero nadie parece escucharle.

Islandia, Inglaterra, Portugal y Austria anunciaron que adoptarían medidas especiales para salvaguardar sus respectivos sistemas financieros. Solbes se vio forzado a decir que, de no producirse una actuación común europea, el Gobierno español actuará también por su cuenta. ¿Con qué propósito? Para restaurar la confianza de los ahorradores y evitar que la desconfianza derive en retiradas de fondos.

El mismo mensaje que recibieron los grandes banqueros españoles de boca del presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Dicho de otro modo, se elevará la cuantía garantizada del ahorro depositado en bancos y cajas, que ahora asciende a 20.000 euros por cada titular y entidad.

La crisis financiera está en fase de propagación. En Islandia fue tan enorme el asedio que la bolsa del país prohibió la cotización de las acciones de la banca para evitar los ataques.

Algo similar sucede con los ahorradores, entre los que se extiende la sombra de la sospecha sobre cuál es el verdadero grado de solvencia de la banca.

Aunque la situación objetiva no es ni de largo dramática, todos los mensajes tranquilizadores tienen, de momento, escaso efecto. Ni los ministros de Economía de la zona euro garantizando que ningún ahorrador perderá un céntimo, ni la grandilocuencia de pronunciamientos como los del italiano Silvio Berlusconi al decir que los países de la UE "tomarán todas las medidas necesarias para mantener la estabilidad del sistema financiero" infundieron confianza.

La crisis está dejando muchas evidencias sobre la mesa. Una, que el capitalismo muta y necesita una refundación. Otra, que las actuales instituciones han quedado anacrónicas para resolver situaciones de tensión que son del todo nuevas.

Mientras, el euro se depreció con fuerza hasta caer por debajo de los 1,35 dólares, hasta los 1,3472, la cota más baja desde agosto del 2007. El petróleo se consolidó por debajo de los 90 dólares. Y el euríbor descendió por segunda jornada consecutiva y se situó en el 5,482%.