Las empresas de biocarburantes se sienten víctimas de una "campaña internacional" contra su sector, que busca convertirlo en el "chivo expiatorio" de alguno de los mayores problemas sociales y mediambientales del mundo, como el hambre o la deforestación.

"Se nos pretende responsabilizar de manera simplista y demagógica del alza mundial del precio de las materias primas --incluso de algunas que ni siquiera utilizamos, como el arroz-- o de la destrucción de los bosques tropicales", acusa la patronal APPA. El encarecimiento de los alimentos responde, a su juicio, al potente incremento de la demanda de las emergentes China e India, las malas cosechas que ha provocado la sequía en algunos países productores, y la especulación financiera en los mercados internacionales de futuro.

Para corroborarlo echa mano de los datos: en el 2006, último año con cifras oficiales, la industria europea solo consumió el 1,2% de la producción global de trigo, cebada y maíz (base del bioetanol) y el 2,2% de la de semillas oleaginosas (biodiésel). Además, solo el 4% del aceite de palma importado se destinó al gasóleo limpio, y, ya en el 2007, menos del 2% de la producción europea de cereales se destinó a biocarburantes.

En lo único que coincide con sus críticos es en la necesidad de desarrollar la segunda generación de biocombustibles, que utilizará residuos orgánicos en vez de alimentos.