El cuerpo de Gianni Agnelli, presidente de Fiat, descansa en el cementerio de Villa Perosa, un pueblecito del que había sido alcalde, situado a 50 kilómetros de Turín (Italia). Alrededor de 15.000 personas asistieron ayer al funeral de Estado de Gianni. Otras 100.000 habían desfilado desde la tarde del sábado hasta las cinco de la madrugada del domingo frente al ataúd para despedir al que ha sido definido como el último monarca de Italia y el máximo referente del capitalismo italiano.

Los asistentes eran políticos, empresarios y, sobre todo, gente común, que estrecharon las manos de los familiares de Agnelli, presentes hasta que se cerró la capilla ardiente. En el Lingotto, edificio central del grupo en cuyo ático discurre la vieja primera pista de pruebas para coches, la gente llegó a hacer entre dos y tres horas de cola para despedir al popular presidente honorario de la primera industria italiana.

NOTAS NECROLOGICAS

Las notas necrológicas publicadas en el Corriere della Sera fueron ayer 1.336, la mayoría de personas desconocidas. "Me ha dado el pan con el que he visto crecer a mis tres hijos", decía un jubilado. "Gracias", decían la mayoría.

Las notas de Mozart y Bach y una solitaria trompeta interpretando El Silencio acompañaron el rito religioso celebrado en la catedral de Turín. Oficiaron la ceremonia el cardenal de la ciudad y otros tres obispos, entre ellos el abad del monasterio de Cassino, donde residió Edoardo, el único hijo de Gianni, que se suicidó. A la misa asistieron las máximas autoridades del Estado y de la economía.

Entre los asistentes estaban los presidentes de los cuatro bancos a los que Fiat adeuda unos 3.000 millones de euros (casi medio billón de pesetas) y que decidirán esta semana el futuro del grupo. "Sigamos adelante, se necesita claridad", dijo uno de los cuatro, acerca de la crisis de Fiat.