A su izquierda y su derecha, Pedro Sánchez quiere dejarse las puertas abiertas. Salvo una coalición con el PP, y por supuesto un entendimiento con Vox, el líder del PSOE no descarta nada para ser investido tras las elecciones generales del próximo domingo. En el debate del pasado lunes, la cita más importante en esta corta campaña, Pablo Casado pidió varias veces a Sánchez que aclarase si pensaba pactar con el independentismo. Pablo Iglesias le emplazó a elegir entre el PP y Unidas Podemos. Pero el presidente en funciones evitó entrar en esas cuestiones, enfrascado como está en ocupar el centro para movilizar a los indecisos (hasta el 30% del electorado, según algunos estudios) y convencer a parte de los desencantados con Albert Rivera a través de un endurecimiento de su discurso territorial.

Un día después, Sánchez continuó jugando a todo. El líder socialista no piensa cambiar el guion en este asunto. Puede que haga nuevos anuncios en los próximos días, en la estela de la recuperación del delito de referéndum que propuso durante el debate. Pero según sus colaboradores, el jefe del Ejecutivo, que salvo sorpresa será el candidato más votado a mucha distancia de Casado, no se decantará por ninguna de las dos alternativas, ambas muy complicadas, que dibujan las encuestas para lograr la reelección: una abstención del PP o bien un pacto con Unidas Podemos y los nacionalistas e independentistas.

En Valladolid, en el primero de los tres mítines que protagonizó ayer, Sánchez comenzó dejando clara su condición de líder de izquierdas. «Vamos a gobernar desde la izquierda, con valores progresistas, pensando en quienes más sufren y necesitan lo público», dijo. Pero después pidió al PP y Cs que «aíslen» a Vox y «no veten» al PSOE.

El miedo al partido de Santiago Abascal, al que los sondeos colocan en tercer lugar, servirá, según los socialistas, para movilizar al electorado progresista. Aún más después del debate, porque si en algo coinciden todos los análisis posteriores a la cita televisiva es en que el candidato ultra salió de allí reforzado. «Abascal dijo que quería derogar la ley de memoria histórica y la de violencia de género, que quería ilegalizar el aborto y los partidos nacionalistas -señaló ya por la tarde Sánchez, durante un acto en Badajoz-. Pero lo grave no es lo que dijese. Lo grave fue escuchar el silencio del PP y Cs. Si ellos callan, que se aparten. Porque aquí está el PSOE. Nosotros sí vamos a defender todo aquello por lo que callan el PP y Cs». Sin embargo, el líder socialista, como el resto de candidatos, apenas intentó rebatir durante el debate los argumentos xenófobos, machistas y antidemocráticos de Abascal.

FIRMEZA TERRITORIAL / La otra vía para aumentar sus apoyos, ahora estancados, con el riesgo de quedar por debajo de los 123 diputados que logró en abril, pasa por una mayor contundencia frente el independentismo. El tono está pensado para atraer a los antiguos votantes de Cs, que hasta ahora, cuando huyen del partido naranja, y lo están haciendo a espuertas, se refugian en el PP y Vox. Los socialistas creen que todavía pueden crecer por ese flanco. Esa apuesta explica el anuncio de Sánchez de recuperar el delito de referéndum ilegal, una iniciativa que entra en contradicción con el pasado más reciente del PSOE.

El pasado febrero, los socialistas votaron en el Congreso en contra de esa modificación del Código Penal, apoyada por el PP y Cs. El entorno de Sánchez señala ahora que rechazaron la medida porque fue propuesta cuando ya se habían disuelto las Cortes y no daba tiempo a tramitarla. Pero eso no fue lo que argumentaron entonces. «Por la vía de la represión y arrojando al adversario político al Código Penal no solucionaremos el problema catalán, y ahí no nos encontrarán», dijo durante el debate parlamentario el diputado Juan Carlos Campo. Al final, en parte, les han encontrado.