En los últimos años, unos han defendido que la capacidad de sacrificio ante el PP de Angel Acebes es infinita. Otros, que es un hombre duro, de ideas inquebrantables. Ayer, el secretario general saliente demostró que ambas cosas son ciertas. Su capacidad de sacrificio se reflejó en lo que calló: no deslizó ni una sola queja por el aislamiento al que le condenó Mariano Rajoy tras la derrota del 9-M. Y su dureza se plasmó en sus palabras: la advertencia al líder sobre las consecuencias que tendría renunciar en esta nueva etapa a los valores tradicionales del PP por mero "oportunismo". Pulla que remachó José María Aznar con un saludo efusivo para Acebes y gélido para Rajoy.

"No revelo ningún secreto si digo que los castellanos somos poco dados a la exhibición pública de nuestras emociones. Sin embargo, me permitiréis que haga una pequeña excepción: confieso que subo a esta tribuna con sentimientos encontrados. Con sensaciones propias de todas las despedidas. Cierro una etapa en mi vida muy intensa, muy dura, pero también muy apasionante", enfatizó el aún dirigente.

"SITUACION COMPLICADA" Acebes aceptó ser el número dos de Rajoy después de haber vivido el 11-M como ministro del Interior. Tan solo unos días después del atentado, recordó ayer, se hacía cargo de un partido que sufría el trauma de pasar, "contra todo pronóstico", a la gélida oposición. "Pocos equipos en democracia han tenido que hacer frente a una situación más complicada, más adversa, que la que nos encontramos quienes entonces asumimos la responsabilidad de dirigir el PP", sentenció. Pese a ello, agregó, dar la batalla mereció la pena, aunque el 9-M se saldase con otra derrota. Pero ayer se consideró en la obligación de cumplir una última misión y dejar a los nuevos dirigentes unos avisos. Así, solicitó que no se atienda a las divisiones entre "duros y blandos, centristas y extremistas, progres y carcas " que, según dijo, no han evitado que el partido mejore sus resultados electorales, aunque pierda.

Y, como casi todos cuantos le conocen bien habían augurado, llegó el personal homenaje de Acebes a la gran ausente de este congreso, María San Gil. "Nunca podremos agradecer lo suficiente a ese puñado de hombres y mujeres que, con María San Gil a la cabeza, llevan años luchando contra viento y marea, contra la cobardía de unos y las amenazas de otros, para que todos y cada uno de los españoles tengamos plena libertad".

Llegó entonces la parte más agria de la alocución. Al menos para los que pretenden pasar página con rapidez. Acebes reivindicó como "muestras de coraje" del PP la recogida de firmas contra el Estatuto catalán, "que divide y discrimina a los españoles", y la manifestación que convocó en Madrid contra "las reiteradas cesiones del Gobierno ante el chantaje de los terroristas".

"No fueron decisiones fáciles. Lo fácil hubiese sido protestar un poco y no hacer nada. Pero optamos por asumir nuestra responsabilidad". Hasta ahí el ejemplo pretérito. Y a continuación, la lección de futuro, la que más comentarios levantó. "Un partido que por oportunismo, indecisión o comodidad renuncia a defender sus ideas, deja de tener sentido y utilidad. Pasa a ser prescindible", sentenció.

Su discurso fue interrumpido por los aplausos. Todos tenían curiosidad por saber qué diría, incluidos Rodrigo Rato --que se presentó por sorpresa-- y Aznar, que ante las cámaras le regaló un cómplice abrazo. Muestra de afecto que, luego negó a Rajoy.

El ambiente estaba caldeado. Un Acebes emocionado y tímido quería acabar. Pero aún pudo abogar por un PP unido que obedezca a las siglas y no a "barones, corrientes o sensibilidades", o que se esconda tras "camarillas". Y de dar una definición a los que buscan un lugar político donde atracar el barco popular. "El centro no es el punto medio entre la España constitucional y una España confederal que acepta la discriminación y consagra la desigualdad". Acebes, en estado puro, dio su adiós.