La desazón por ver frustrada una negociación con ETA que no ha empezado de manera oficial hace mella en sectores del PSOE. Son los viejos militantes los que más reparos ponen a la transparencia por la que se ha decantado el jefe del Ejecutivo.

Esos bregados socialistas, que ya dirigían el partido cuando Felipe González intentó la paz en Argel, creen que no hay que compartir los pasos de la negociación con los taquígrafos del Congreso. Y que el ruido mediático de pedir el visto bueno de la Cámara al diálogo tendrá un coste político muy elevado si la banda acepta.