En los últimos tiempos hay una actitud compulsiva entre los políticos: reaccionar a los hechos proponiendo medidas legislativas que los corrijan. Ya puestos, sería bueno que se prohibiera hacer ironías a quien no tiene la menor gracia. Como Aznar, reprendido por Giscard por su terquedad al defender un trato de favor para España y Polonia por la relación entre población y votos. El tema es serio, y la posición de nuestro Gobierno, dudosa en legitimidad. Sin bromitas, señor presidente.