El juego de las diferencias era el pasatiempos de mayor predicamento anoche en los alrededores del cara a cara. Cotizaba alto la agudeza visual por cazar novedades. Primero y principal: ganamos pompa y holgura. El Palacio Municipal de Congresos, sede habitual de los premios Goya, tiene una prestancia marmórea que para sí quisiera Ifema. "No sé dónde estoy", le confesó Rajoy a Campo Vidal a su llegada.

Entre bambalinas, el vértigo del primer día había mudado en una sensación de rutina. Se olía en la sala de prensa, donde el bingo de cartones que mostraron los candidatos era recibido entre risas --aunque el cátering no sirvió ni una gota de alcohol--, y se leía en el rostro de los organizadores, más relajados que el primer día. Minutos antes del arranque, Fernando Navarrete, verdadero factótum del show , fumaba con holganza a la puerta del Palacio aguardando a los artistas. Ese mismo pitillo el lunes pasado era de indisimulado nerviosismo.

Los propios protagonistas de la velada se mostraron más cordiales y distendidos antes de empezar el combate. Hasta 15 segundos duró el apretón de manos que se dieron en el plató, tras el cual se dedicaron a bromear con Olga Viza sobre las bondades del plató. Rajoy había llegado a bordo de un traje más oscuro y menos apretado que el primer día, pero con la misma corbata.

Zapatero se presentó con un corte de pelo más juvenil, las cejas menos marcadas y una nueva corbata. Pareciera que venían a echar el rato. Pero poco después comenzó el debate y la cordialidad dio paso a las dentelladas.