Las primarias de Madrid "están muy abiertas". Así lo admiten en la ejecutiva federal del PSOE, donde se empieza a extender el temor a las consecuencias que tendría para la autoridad de su líder, José Luis Rodríguez Zapatero, una hipotética derrota de la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, frente al secretario general del Partido Socialista de Madrid (PSM), Tomás Gómez, en su batalla por la candidatura autonómica.

Ahora las fuerzas están muy equilibradas y es difícil predecir hacia qué lado se inclinarán las preferencias de los militantes. En Ferraz confiesan que cualquier resultado es posible, que la victoria de Jiménez no está garantizada y que si pierde, la imagen de Zapatero --deteriorada ya como consecuencia de la crisis económica-- aparecerá debilitada, tanto ante la militancia como ante la sociedad española.

Dirigentes socialistas se preguntan en privado cómo se ha llegado a esta situación y por qué la ejecutiva federal ha respondido al órdago de Gómez sin asegurarse de que iba a ganar la partida, por más que compartan que el objetivo de arrebatar el poder a Esperanza Aguirre justifica cualquier esfuerzo.

UN TIPO MUY TESTARUDO Es cierto que Zapatero pensaba que podría convencer al secretario general del PSM para que diera un paso atrás y dejara libre el camino a la ministra de Sanidad. Así lo intentó, de hecho, en la conversación cara a cara que ambos mantuvieron el 7 de agosto y que, ante la imposibilidad de hacerle desistir, concluyó con la decisión de convocar las primarias.

Quienes conocen a Tomás Gómez destacan que es un tipo muy testarudo, tanto que se ha convertido en el primer dirigente socialista de la historia reciente que se ha plantado públicamente ante el líder del partido.

El temor a un resultado adverso que deteriore la credibilidad de Zapatero viene dado en parte por la experiencia de las primeras primarias celebradas en el PSOE en 1999, en las que el entonces secretario general, Joaquín Almunia, fue derrotado por su rival, Josep Borrell. Entonces primó la convicción de que Borrell era mejor candidato, pero también influyó ese sustrato que Felipe González definía como "el punto ácrata" del PSOE, que puede llevar a los militantes a rebelarse contra el aparato, y que podría estar despertándose también en el caso madrileño.

La preocupación por una derrota de Jiménez crece también por las relevantes adhesiones que está consiguiendo Gómez, no solo en las bases madrileñas sino entre notables socialistas. Algunos veteranos como Alfonso Guerra, Gregorio Peces-Barba o Joaquín Leguina, pero otros plenamente zapateristas, como el que fuera su primer jefe de gabinete en el partido, José Andrés Torres Mora.

AJUSTE DE CUENTAS Si el desafío de Gómez ha dejado perplejos a la mayor parte de los socialistas, que no se imaginan a sí mismos desatendiendo las órdenes de su líder, también les ha sorprendido esa rápida toma de posición a favor del dirigente madrileño de algunos dirigentes que, tan solo hace unos meses, no se hubieran atrevido a marcar distancias con Zapatero.

Más allá de los apoyos sinceros con los que cuenta Gómez, algunas fuentes atribuyen esas adhesiones a un ajuste de cuentas por parte de los que no se sienten suficientemente valorados, pero, sobre todo, a la idea de que, vista la caída de popularidad del presidente, hay quien está empezando a tomar posiciones de cara al poszapaterismo. Nadie sabe con certeza, sin embargo, si Zapatero en los próximos meses abrirá el proceso de sucesión o si repetirá como candidato. "No lo sabe ni él", dicen en su entorno.

Los dirigentes territoriales, que afrontan en mayo unas elecciones trascendentales marcadas por la crisis, cruzan los dedos para que las primarias de Madrid se desarrollen con limpieza y sin descalificaciones mutuas que acaben por desacreditar al candidato. También están preocupados porque una reedición de las históricas divisiones en la federación madrileña perjudique a sus ya maltrechas expectativas. Y temen, además, que el germen de esa división, mezclado con las ambiciones sucesorias, se extienda a otras federaciones. Las primarias son el mayor ejercicio de democracia interna, pero visto la que se puede liar en Madrid, en Andalucía, por si acaso, las han suspendido en las localidades de más de 50.000 habitantes.