Como si fuera un marido infiel que intenta evitar que le pongan las maletas en la puerta, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se deshizo ayer en justificaciones, promesas y elogios para intentar reconquistar Cataluña. ¿O era a CiU? Porque, la verdad, sus declaraciones de amor se dirigieron tanto a la sociedad catalana y su afán de autogobierno --que alabó-- como al portavoz de Convergencia y Unió en el Congreso, Josep Antoni Duran, y a la responsabilidad que siempre ha demostrado ese grupo nacionalista, que también elogió con igual énfasis.

Es evidente que la cuestión catalana es el nuevo problema del presidente del Gobierno --si alguna vez dejó de serlo-- porque a ese asunto le dedicó tanto tiempo o más que a explicar la grave crisis económica que atraviesa el país y los sacrificios que su superación exige de todos los ciudadanos, entre los que incluyó a la leal oposición, a la que realmente trató de desleal, al acusarla de buscar su interés político particular por encima del interés general.

Así que Zapatero fue durísimo con el líder del PP, Mariano Rajoy, y le hizo descaradamente la pelota a Duran, de lo que se podría deducir que del PP no espera nada y que, sin embargo, aún confía en el apoyo de CiU para sacar adelante las reformas estructurales que están en cartera, "más allá de las circunstancias del otoño" dijo, es decir de las elecciones. Eso, y que después de ver la manifestación del sábado pasado es consciente de que necesita calmar las turbulentas aguas catalanas, restañar las heridas y minimizar los efectos de la sentencia del Estatut, no solo para evitar que se conviertan en el tsunami que arrolle al PSC, sino sobre todo para cerrar ese nuevo boquete identitario que, unido a la crisis, puede hacer naufragar a su Gobierno.

Por unas razones o por otras, todos los líderes de la oposición tiraron a dar. Unos, con el sistema empleado por la selección holandesa en el pasado Mundial, es decir, a patadas. Lo hizo Rajoy con su reiterado discurso de que el problema es Zapatero y la solución, la convocatoria anticipada de elecciones para sustituirle. Otros, con el tono dolorido de la pareja despechada. Duran (CiU), Joan Ridao (ERC) y Joan Herrera (ICV), por el Estatut. Josu Erkoreka, porque el PNV ha apoyado los seis presupuestos generales de Zapatero y no ha visto cumplidos todos los compromisos adquiridos. Sin contar, claro, que los socialistas gobiernan en Euskadi con el apoyo del PP, lo que, lógicamente, no les gusta.

Pero quienes ya estaban preparando los funerales de Zapatero se tendrán que guardar las coronas de flores para mejor ocasión. Porque el presidente, además de tratar de reconquistar a los catalanes, intentó seducir de nuevo a los vascos, a quienes ofreció relaciones estables. Si esa propuesta va adelante, conseguirá salvar los presupuestos y, de paso, la legislatura. La duda es si esa supervivencia, y la decisión de adoptar las medidas necesarias poniendo por delante el interés del país --como prometió-- le serán recompensadas por los ciudadanos, devolviéndole la credibilidad perdida.