El talante soberbio y autoritario de Aznar es indisociable de la derrota del PP. Eso hoy está claro para la mayoría. No para él, claro: la asunción de errores no es cosa de espíritus altaneros.

Aznar creía tener escrito lo que dirá la historia de él. Creía tener reservado un sillón en el Olimpo global, junto a los amos del imperio. En efecto, si se descuida, la historia acabará sentándolo junto a un presidente de Estados Unidos: Tricky Ricky, el tramposo Richard Nixon.

*Periodista.