Salvo sorpresa mayúscula, la candidatura de Guillermo Fernández Vara será la más votada este domingo en Extremadura. Eso es al menos lo que se deduce de las diferentes encuestas que han tratado de vaticinar cuál será el resultado de los comicios en la región. ¿Significa eso que podrá gobernar? Está por ver, pero si seguimos haciendo caso a la demoscopia, un pacto entre PP, Ciudadanos y Vox tendría difícil sumar una mayoría suficiente en el parlamento autonómico por lo que quedaría en manos del PSOE llegar a un acuerdo de gobierno —o negociar una abstención en la investidura— bien con Unidas por Extremadura, bien con Ciudadanos. Nada nuevo eso de negociar para un partido que esta recién acabada legislatura ha aprobado dos años las cuentas con la formación morada y otras tantas el PP. «Soy un gran tendedor de puentes y lo que no voy a hacer es levantar barricadas. Los ciudadanos nos dicen que hablemos y la política debe basarse en recuperar consensos perdidos y buscar acuerdos», decía Fernández Vara hace apenas unos días en una entrevista en EL PERIÓDICO EXTREMADURA, en la que no se cerraba ninguna puerta cara al futuro próximo. «Con Podemos me he sentido cómodo discutiendo leyes y con Ciudadanos también hemos sido capaces de llegar a acuerdos. Habrá que ver qué plantean ellos. Yo quiero ganar», remachaba el líder socialista, que como otros barones regionales del PSOE que apostaron por Susana Díaz, puede verse ahora impulsado por el viento de cola de los 123 escaños obtenidos por Pedro Sánchez hace apenas un mes.

Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Córdoba en 1983, Guillermo Fernández Vara (Olivenza, 1958) ingresó por oposición en el Cuerpo Nacional de Médicos Forenses en 1986. Consejero con Juan Carlos Rodríguez Ibarra, accedió a la presidencia de la Junta de Extremadura después de ganar en el 2007 con un 53% del voto que le dio 38 escaños, cifras inimaginables a día de hoy, cuando hay cinco partidos con muchas probabilidades de obtener representación parlamentaria. Tras otras dos legislaturas más, la primera de ellas en la oposición y luego de nuevo al frente del ejecutivo autonómico, la que acabó ayer ha sido la última campaña electoral autonómica que lidera. Dos semanas que, fiel a su línea, ha afrontado sin demasiadas estridencias verbales, y apostando por un tono más bien conciliador. «Tengo clarísimo a lo que hay que dedicar todo el esfuerzo y eso no se consigue haciendo bromitas ni protagonizando salidas de tono ni haciendo titulares. Se consigue trabajando», ha afirmado en alguna ocasión. Una norma que también tuvo su excepción, con el «machos de mierda» que dedicó a los dirigentes de Vox durante un mitin en Mérida.

No dejar a medias

Sostiene que aspira a un nuevo mandato porque no quiere dejar a medias un trabajo que comenzó hace cuatro años y que considera que ha conseguido dejar la región en una mejor situación que la que tenía en el 2015 en materias como la educación, la sanidad o el paro —aunque reconozca que buena parte de empleo creado ha sido precario—. Avanza que si repite al frente de la Junta, el próximo cuatrienio lo a va a dedicar «en cuerpo y alma a crear empleo y para atraer talento e inversiones». Y para eso, arguye, «hay que saber, no se pueden hacer experimentos».