Los japoneses saben distinguir si el pescado es fresco con mucha exactitud. Nosotros hacemos lo mismo con el jamón. Leí un artículo en internet donde se decía que el tiempo transcurrido desde que se pescaban los peces en alta mar hasta que se entregaban en puerto llegaba a los dos días, y eso lo notaban los comensales. Notaban que el pescado no era fresco.

Incluyeron entonces congeladores en los barcos. Tampoco fue una solución eficaz. Es obvio que al congelarlo, notaban que no era fresco.

Se les ocurrió entonces poner grandes piscinas en los barcos. Parecía ésta una solución costosa, pero ingeniosa. Tampoco les servía. Los peces en las piscinas no se movían igual que en mar abierto y eso hacía que los comensales notasen que el pescado "no era tan fresco". La verdad es que nosotros no caemos en la cuenta de si el cerdo corre o anda. Pronto lo pondrá en la etiqueta. "Este cerdo corrió".

Se les ocurrió entonces meter en cada piscina un pequeño tiburón. Es verdad que el tiburón se comía a algunos peces, pero el pez que sobrevivía, llegaba a la costa la "mar de fresco". Y llegaban muchos.

Llevemos esta enseñanza al terreno laboral. ¿Seremos más productivos si ponemos un tiburón al lado? Es muy probable que hasta ahora hayas estado "amargado" con esta circunstancia. Fíjate en lo que hacen los buenos profesionales, son capaces de sacarle partido a estas situaciones, como los japoneses. Aprender en la adversidad es lo que te hace ser diferente. Mejor, me atrevería a decir. Aprender cuando el viento es favorable, es fácil. Eso no te diferencia. De eso hablamos.

Ante el tiburón, hay tres alternativas. Una la queja. Eres vulgar. Otra, sacar partido. Eres diferente. Y la tercera, buscar el tiburón si no está cerca. Eres el mejor.

El problema es que tú seas el tiburón. Esta sería una cuarta situación. Eres el peor y no lo sabes.

Y tú, ¿sabes aprender de situaciones poco favorables?