El nuevo Secretario General del Gobernatorato Vaticano, Fernando Vérgez , fue consagrado obispo por el Papa en una ceremonia con no demasiada pompa, pero sí con bastante circunstancia. Uno de los primeros nombramientos que levantan suspicacias y aplausos por partes iguales y algo de celos, que todo hay que decirlo, en este estilo pontifical tan nuevo y difícil de comprender. Todo sucedió sin sorpresas, porque para sorpresa la que Francisco tenía preparada el domingo en el Angelus.

Todo parecía normal en la plaza de San Pedro, excepto miles de cajas de medicamentos apilados y custodiados por monjas (con hábito, que hoy en día ya son muchas las que dejaron la toca para coger el bolso, como dice un buen amigo sacerdote) lo que le daba a aquello un aire entre donación caritativa de algún laboratorio o los preparativos de un happenning. Pues bien, esas cajitas, no eran otra cosa que la "Misericordina", un envoltorio sobre el que aparece un corazón rodeado de una corona de espinas y que contiene un Rosario dentro. Según sus propias palabras, después de haber criticado a los falsos mesías, es la medicina que materializa el Año de la Fe que hoy se clausura.

Las reacciones han sido de todo tipo, los perpetuos alabadores lo ven una genialidad más del Santo Padre, los críticos una banalización del Santo Rosario, los puristas una falta de todo por estar hechos de plástico. Y es que todo es viento cuando no hay prior en el convento. A partir del lunes, cuando monseñor Pietro Parolin comience sus actividades como Secretario de Estado tras su intervención habrá más calma en la Curia. Algunos de los más sensatos, ésos que no ocultan su pensamiento, dicen que esto de la "Misericordina" es una excentricidad más de Francisco. Sea como fuere, si de este modo se reza un poco más, pues bienvenida sea la excentricidad.

LOS MODOS de Francisco son difíciles de comprender y quien nos ha dado claves ha sido el cardenal Philippe Xavier Ignace Barbarin (el que llegaba al Vaticano todos los días en bicicleta), en una entrevista concedida al gran vaticanista Paolo Rodari . Parece que el entonces cardenal Bergoglio, en las Congregaciones Generales que preceden al cónclave, dijo que la Iglesia está enferma y que Cristo quiere salir de ella. La frase está sujeta a numerosas interpretaciones, pero sacude, y se ve que el Espíritu Santo lo hizo con ella a los electores hasta elegirlo Papa.

Francisco prosigue adelante lanzando mensajes de amor, y esta semana ha afirmado que Dios no se cansa de perdonar y que nosotros no debemos cansarnos de pedirle perdón en la confesión. Y, por cierto, el Papa se confiesa cada dos semanas, por si a alguien le interesa.