Tres mil personas esperan poder formar parte algún día del cortejo del Cristo Negro, pero anoche, como cada noche de Miércoles Santo, solo lo hicieron sesenta. "Yo no sé qué tiene, pero algo tiene, quizás el misterio, el entorno, la historia... Hoy mismo han venido a la concatedral personas de Madrid, de Sevilla, de ciudades que no te esperas, para inscribirse en la cofradía", explicaba poco antes de la salida el mayordomo, Alonso Corrales. Y en la calle, miles de personas volvieron a abarrotar el recorrido de la procesión por el recinto intramuros, que ya estaba copado hora y media antes, y que cada año obliga a establecer un prudente dispositivo de seguridad.

La comitiva, enlutada, con hábito benedictino y cíngulo de esparto prendido a la cintura, con la única luz de los hachones y el simple acompañamiento de un timbal y una esquila, traspasó las puertas de Santa María tras la llamada de medianoche: "¡Que salga la hermandad del Cristo Negro! Dios lo quiere así". Sesenta penitentes comenzaron su difícil itinerario por el Cáceres histórico bajo juramento de obediencia y recogimiento.

El paso del Cristo Negro devolvió a las calles centenarias su imagen sobrecogedora: una talla en madera negra de origen desconocido, pero que ya fue reclamada por la familia Ovando para que presidiera su capilla de la concatedral en el siglo XIV a cambio de 1.500 maravedís. Desde entonces, este crucificado del medievo mezcla historia y leyenda, un misterio que anoche, como lleva ocurriendo más de veinte años, silenció a los cacereños y a numerosos turistas.

LA ESPERANZA Horas antes, otros dos pasos muy significativos de la tradición local salieron a la calle. La hermandad de los Ramos procesionó con sus dos imágenes titulares, el Cristo de la Buena Muerte, un crucificado anónimo del XVII, y la Virgen de la Esperanza, como siempre esplendorosa. Además del rico acompañamiento musical de esta procesión, con las bandas de los Romanos de los Ramos, el Nazareno y la municipal, la cofradía incorporó ayer el canto coral en las voces de la agrupación Santa María de la Montaña, que intervino en dos puntos del itinerario: San Pedro y Ezponda.

La Esperanza, imagen de candelero de 1949, volvió a destacar por su trono de orfebrería en alpaca plateada del taller sevillano de Manuel Román Seco (1960). Pero además, hace pocos años incorporó un palio bordado en el taller de las Mercedes de Coria del Río, con la imagen de la Virgen de la Montaña en el centro. Su manto de la casa hispalense de Palacio Arróñiz, su corona, su nuevo pañuelo, sus interminables velas y una composición muy especial de claveles, gladiolos, orquídeas, rosas y anturiums, volvieron a hacer de este paso una de las composiciones más cuidadas de la Pasión.

Ya de noche, la cofradía del Humilladero dejaba el templo del Buen Pastor con el Cristo de la Preciosa Sangre, una bella imagen de 1970 que sale en vía crucis cada Miércoles Santo y que representa una Semana Santa íntima, devota y participativa, donde los fieles acompañan a la imagen en todo momento realizando estación de penitencia. La hermandad, que hunde sus raíces en el siglo XVI, recorrió las barriadas del sur hasta la medianoche con un único timbal destemplado como acompañamiento, portando a hombros la imagen entre brezo, hiedra y claveles.