Jorge Salgado llevaba varios años trabajando en una empresa de fabricación de césped instalada a orillas del río Tiétar en la zona de la Bazagona, mientras que su padre, Julián, mantenía una explotación tabaquera de cinco hectáreas en Valdeíñigos, entidad local dependiente de Tejeda de Tiétar, en la comarca de La Vera. "Pero como el tabaco no pintaba bien", Julián decidió en el 2005 acogerse a las ayudas por abandono del cultivo y, tras hablarlo con su hijo, se aventuró en la producción de planchas de césped.

Hoy su pequeña empresa, Agrocésped (www.agrocesped.com ), tiene 9 hectáreas repartidas en dos fincas --las cinco propiedad de Julián y otras cuatro que pertenecen al suegro de Jorge, ya jubilado--. "Al principio la cosa iba bien. El césped parecía bastante rentable y las ventas eran buenas, pero ahora con la crisis no es lo mismo. Si el año pasado vendíamos 80 o 90 planchas al día, por poner un ejemplo, este año no llegamos a 60", explica Jorge, que en 2007 dejó la empresa donde trabajaba para echar una mano a su padre y ocuparse de la explotación familiar.

"Hemos llegado a tener algún asalariado. Pero ahora es imposible. El césped, a esta escala, con pequeñas superficies, no da para mucho y lo tenemos que enfocar a la venta a particulares. Para campos de golf, estadios de fútbol y macrourbanizaciones ya hay empresas grandes que cubren ese mercado", explica.

Ni Jorge ni Julián se arrepienten de haber dejado el cultivo del tabaco. "Y eso que esto es costoso y caro. El tabaco eran unos cuantos meses, pero el césped necesita atención todos los días y, además, muchos abonos, fitosanitarios, maquinaria, transporte... Tiene más gastos". Sobre la posibilidad de que el césped pueda convertirse una salida alternativa para más tabaqueros, lo ven complicado. "Aquí en Extremadura están las tres compañías de césped más grandes de España, apenas hay espacio para más. No, ahora no es una alternativa viable", opina Jorge.