Nada más marcar las doce de la madrugada en el reloj del ayuntamiento de Valverde de la Vera, las empedradas y tortuosas calles que configuran el casco urbano, declarado conjunto histórico-artístico, se llenaron de penitentes empalaos, y de curiosos que observaban con atención este singular desfile que se celebra en la noche del Jueves al Viernes Santo, bajo la declaración de Fiesta de Interés Turístico Nacional.

A esa hora, más de una treintena de hombres, que caminaban descalzos, vestidos con unas enaguas de mujer y el torso cubierto por una soga de esparto, comenzaron un duro vía crucis penitencial que se ha prolongado hasta poco antes de llegar las primeras luces del alba. El resto de la vestimenta se completa con un madero sobre los hombros que les obliga a caminar con la cabeza baja y los brazos en cruz. Sobre la cara llevan un velo, que oculta su identidad, y en la cabeza una corona de espinas, mientras que por encima de los hombros sobresalen dos hoces en forma de antenas, y de las puntas del madero cuelgan dos vilortas , que al caminar producen un sonido característico.

Pasaban pocos minutos de las 12.00 de la noche cuando, Emilio Gironda, propietario de una agencia de transportes, comenzó su andadura penitencial, con el pueblo a rebosar de personas deseosas de contemplar este sobrecogedor desfile. "Con este llevo diecinueve años empalándome y todavía no he confesado a nadie el motivo por el que me empalo", asegura Gironda.

Con respecto a lo que siente en las horas previas al inicio del recorrido señaló que pese a los años que lleva empalándose, "siento ganas de que pase, pero a la vez estoy todo el día con un hormiguillo en el estómago, que no me deja tranquilizar".

Por lo que respecta a la reticencia que tienen algunos penitentes a "salir" antes de las 02.00 de la madrugada, "cuando el pueblo está más tranquilo", tras haber finalizado la procesión del via crucis, Emilio Gironda dice que "una vez que salgo, no me doy cuenta si hay gente, o no. Solamente voy a lo mío".

En cambio, Francisco García, trabajador de la construcción, comenzó su recorrido a las 02.00 de la mañana. Lleva cuatro años empalándose, pero no sabe cuantos más lo va a hacer. "Es impredecible. Lo mismo no me apetece, o no tengo ninguna causa importante que me lleve a vestirme más, o por el contrario continuo". Tampoco ha confesado el motivo de su manda.

En cambio quién no pudo empalarse este año "por culpa de un esguince", es Damián Santiago Incera. Losareño de cincuenta y cinco años, casado en Valverde, que se ha empalado en veintinueve ocasiones, "y tenía pensado llegar a las treinta", anoche.

Así uno tras otro hasta cerca de cuarenta, las historias de fe y promesas individualizadas se repiten, a la vez que mantienen un via crucis original, cuyos comienzos se desconocen, aunque ya Carlos III prohibió su celebración como disciplinantes, por lo que el rito de los Empalaos pasó a celebrarse por la noche, "con la cara tapada, para no desvelar su identidad", señala el presidente de la cofradía de la Pasión de Jesucristo y Hermanos Empalaos, Jesús Patón.