De camino a una finca situada en el límite entre Cáceres y Malpartida, el ganadero Tomás Domínguez señala los lugares que las lluvias del invierno y esta primavera han ido cubriendo en un paisaje que el año pasado sufrió los rigores de la falta de agua. Esta temporada sobra por todas partes. "Mejor que llueva mucho a que haya sequía", afirma el hombre mientras conduce un todoterreno sin el que sería casi imposible transitar por una zona prácticamente llana, a poco más de seis kilómetros del centro urbano de Malpartida.

La charca del Millar, uno de los espacios de donde beben las 200 vacas de raza charolesa y cruzadas de la explotación ganadera, ha cubierto ya con creces la ruta por la que antes se podía cruzar a pie o en coche. Ahora hace falta nadar para llegar al otro lado del camino si se quiere continuar la marcha. Tomás Domínguez, el Parro , como conocían a su padre Valentín y su abuelo Tomás, aprendió a trabajar en el campo desde muy joven. Ahora, con 45 años, vive de la venta de los terneros que paren las vacas. Una buena temporada supondría que el 80% lo hiciera. El año pasado no llegó al 50%.

Cuenta este ganadero que lo peor que le han traído las lluvias ha sido la pérdida de la siembra de avena porque se han podrido las raíces. Las pezuñas de los animales también se resienten y es necesario pincharlas por las infecciones que sufren al quedarse clavadas en la tierra. Entre lo mejor, sin duda alguna, el ahorro en el gasto de piensos porque el pasto ha crecido rápido, al igual que la capacidad de las charcas, que evitará que Tomás Domínguez tenga que ir a buscar cubas de agua este verano como le ocurrió el pasado. En caso contrario, cada mes tendría que gastar unos 6.000 euros en paja y pienso.

La experiencia

Con una lógica aplastante, este ganadero simplifica todo el beneficio que trae tanta lluvia. "Para nosotros lo malo es la sequía. El agua que sobra se va el regato para abajo. Ojalá que se hubiera repartido más el año pasado", explica el ganadero, que tiene claro que "el año ha sido buenísimo. Prefiero que nos sobre a que falte". Entre la quincena de ganaderos que residen en Malpartida de Cáceres, una frase resume el sentir tras la campaña más lluviosa de los últimos años: "¡Qué hartazo de agua!". Lo habitual era hablar de sequía.

Al haber más agua, las vacas se alimentan mejor. Comen más, crían bien y tienen leche de sobra. "Por mucho que les eches de comer, siempre les falta algún nutriente. Eso no pasa cuando tienen hierba", precisa el ganadero, que subraya las ventajas que supone la lluvia.

Pero también ocasiona incomodidades como las dificultades para subir al monte a recoger la leña cortada hace semanas. "Te atascas hasta con el tractor", afirma Domínguez, que prefiere "tanta agua a la escasez del año pasado". Una temporada más, dice, se cumple la máxima de que para trabajar en el campo hay que estar siempre pendiente del cielo. "Si no, todo el mundo querría dedicarse a esto", concluye.