Ahora, cuando las temperaturas se sitúan por debajo de cero durante la noche, y la madrugada empieza a convertir el rocío en hielo, es cuando las comarcas del Valle del Jerte y La Vera, visten sus mejores galas, tapando cada rincón, cada monte y cada hondonada con multitud de colores, pintados en el lienzo que configuran las hojas que se marchitan, de chopos, higueras, árboles frutales y robles, como si de un macrocuadro salido del más puro puntillismo francés, se tratara. Precisamente introducirse en uno de los espectaculares melojares que hay en La Vera, y tratar de escuchar el sonido de las hojas cuando cortan el aire, camino de la tierra, es un ejercicio, realmente relajante.

Pero si encantador es el paisaje, no menos atractiva es la posibilidad de degustar platos que en su día hicieron las delicias del Emperador Carlos V, junto con nobles, distinguidas damas, y clérigos, especialmente a lo largo del corto periodo de tiempo que el Emperador de los Austrias permaneció en su retiro monacal de Yuste, donde falleció el día 21 de septiembre de 1558.

Este retroceso culinario es posible gracias a la celebración de las Jornadas Gastronómicas del Emperador , que llevan a cabo trece restaurantes de La Vera, organizadas por la Asociación de Turismo Rural (Aturive). Además se da la circunstancia que en El Valle del Jerte fogones y hornos también están que echan humo con las Jornadas de gastronomía pastoril , en las que participan un número considerable de restauradores y cocineros de la comarca. Este evento gastronómico está incluido en la Otoñada 2013 , que organiza la Sociedad para la Promoción y el Desarrollo del Valle del Jerte (Soprodevaje).

De forma paralela, si en los restaurantes jerteños y veratos es posible saborear exquisitas recetas, recuperadas de la tradición culinaria más ancestral, tras ser actualizadas, no menos cierto es que para rebajar kilos y contemplar el paisaje, existe un tupido itinerario de rutas en las que todavía resuenan las herraduras de reyes, servidumbres, damas y damiselas, que al atardecer, cuando el sol proyecta agujas doradas sobre los picachos de las montañas, que arrugan el horizonte, se mezclan con sonidos, y a veces tragedias, ya lejanas de maquis, estraperlistas, monjes, santos, rufianes, amantes y ganaderos que también utilizaron estos senderos para llevar a cabo los cometidos de sus respectivas vidas y profesiones.