Apunto de cumplir dos años de trabajo, el ‘mosaico’ de la Sierra de Gata (que en realidad afecta a las zonas de Gata y Hurdes) abarca ya más de 12.000 hectáreas de terreno en 160 iniciativas que implican a agricultores, ganaderos y gestores del monte que tienen un proyecto específico que va en la dirección del cambio cultural que se prevé en la zona, en cuanto a promover una gestión del territorio que permita prevenir los grandes incendios. El 80% de las iniciativas se enclavan en el entorno de Gata y abarcan en su totalidad unas 12.000 hectáreas de terreno, lo que supone cubrir una superficie diez veces mayor a la que ahora ocupan los cortafuegos en ambas comarcas.

El Proyecto Mosaico es el revulsivo con el que la Junta de Extremadura y la UEx tratan de crear en la zona de Gata y Hurdes las condiciones adecuadas para evitar que el abandono del campo pueda favorecer un fuego como el que el verano de 2015 (el incendio se declaró el 6 de agosto) arrasó más de 8.700 hectáreas y obligó a desalojar las localidades de Acebo y Perales del Puerto por la proximidad de las llamas a los dos núcleos. Tras las primeras tareas de limpieza de los terrenos y los cauces de los restos de madera quemada y cenizas, que se prolongaron durante casi un año, llegó la planificación de un nuevo modelo de gestión pudiera contribuir a evitar un nuevo incendio de grandes dimensiones en la zona. Así nació el Proyecto Mosaico: la diversificación de cultivos, la reintroducción de ganadería (principalmente cabras), la gestión de zonas abandonadas y en definitiva conversión de terrenos improductivos en zonas productivas y más seguras.

No todas las propuestas que han entrado en el Proyecto Mosaico tienen un desarrollo paralelo. Ni se formularon a la vez (algunas se plantearon a los gestores del proyecto hace dos años y otras llevan unos meses) ni se encuentran con las mismas barreras para ponerlas en marcha; y por eso entre las 160 iniciativas se pueden distinguir tres estadíos distintos.

visibles/ Hay alrededor de medio centenar de proyectos que son ya «visibles» sobre el terreno, concreta el profesor de la Uex y coordinador del Proyecto Mosaico, Fernando Pulido. Son alrededor de un tercio de las propuestas que se han recogido y entre ellas están fundamentalmente una veintena de fincas en las que el proyecto ha diseñado una nueva forma de gestión y explotación, e iniciativas ganaderas con cabras: cuando comenzó el proyecto había inventariados una treintena de cabreros en una situación bastante precaria y abocados a desaparecer, que se han agrupado gracias al Proyecto Mosaico, y han creado un grupo de producción de leche de cabra ecológica, que con ese sello alcanza un precio que triplica el habitual. «El coste de producción es menor porque están pastando en montes públicos y el beneficio para el ganadero es mayor, esa es una de las claves de lo que persigue este proyecto», dice Fernando Pulido. Otra es fijar a la población al territorio para que lo defienda y también «atraer a población», y eso también lo está propiciando el mosaico, porque más de la mitad de sus 160 iniciativas son de personas que se trasladarían a la región con su propuesta.

Junto a los proyectos ya en marcha, hay otro centenar que se consideran viables, que están aprobados para integrarse en el mosaico, pero que, o bien están aún en fase de estudio o requieren de tiempo para que empiecen a funcionar (hay proyectos agrícolas que necesitan de tiempo para que comiencen a dar sus frutos). También los hay que se han topado con una maraña burocrática que los mantiene aún en fase administrativa.

«Hay iniciativas forestales que requieren muchos trámites porque están relacionadas con la extracción de resina o con la biomasa, que en ambos casos requieren tiempo y burocracia; y otros proyectos que por su dimensión necesitan también tiempo», explica Pulido. Estos son las iniciativas con menos desarrollo aún, frente a otras propuestas ganaderas o agrícolas que se han activado en esta primera fase del Proyecto Mosaico.

iniciativas colectivas/ Además hay otras cinco actuaciones de gran envergadura en desarrollo que han logrado implicar a vecinos, unidos a través de asociaciones, e incluso a ayuntamientos de la zona. Está, por ejemplo, el caso de la Asociación del Castañar de Gata, el proyecto de Monte Protector del valle del Árrago para prevenir incendios en una zona con un «altísimo riesgo», una finca de propiedad colectiva en Villamiel, o un proyecto para esclarecer la titularidad y actuar sobre parte de los terrenos incendiados en Acebo.

«El Proyecto Mosaico no se acaba nunca, ha llegado para quedarse. Es un proyecto que implica un cambio de mentalidad y que tendrá que funcionar en unos años por sí mismo» dice Fernando Pulido. Para ello, el equipo coordinador de la Universidad de Extremedura trabaja en crear las estructuras necesarias para que poco a poco sean capaces de generar sus propias iniciativas y captar los fondos necesarios para ello.

Uno de los ejemplos que ya está en marcha en este sentido es la Asociación Mosaico Agrosilvopastoral, que se constituyó a principios de año y que cuenta con fondos de la Diputación de Cáceres para poner en pie su propio mosaico.

«Nuestro papel es ese, dotar a la población local de las herramientas técnicas, legales y formativas para que cuenten con sus propias estructuras a nivel local que permitan que después las iniciativas se puedan mantener de forma permanente», dice el impulsor del mosaico.

A las iniciativas para asentar a la población en el territorio y evitar el abandono del campo, se unen en el marco de este proyecto, los trabajos que ha emprendido paralelamente la Consejería de Agricultura para dotar de planes periurbanos a más de medio centenar de núcleos urbanos (entre municipios y alquerías) que no tenían ninguna herramienta de gestión frente al fuego y sobre las que la Administración ha llevado a cabo tareas de limpieza para proteger del fuego las zonas de viviendas.

dos años más/ El convenio entre la Junta de Extremadura y la UEx para la primera fase del proyecto cumple los dos años el 31 de agosto, aunque se da por seguro que habrá una segunda fase a partir del otoño por otros dos años. «La idea es que después haya estructuras suficientes que permitan que el proyecto se mantenga por sí mismo. No podemos cambiar en ese tiempo todos los problemas acumulados en 50 años de abandono del monte, pero sí asentar otra forma de hacer las cosas y en eso es en lo que estamos trabajando en esta fase más intensiva. Sería un fracaso para nosotros si en tres o cuatro años no tenemos ya esas estructuras», reflexiona Fernando Pulido,

Ese nuevo convenio deberá afrontar uno de los retos a los que el proyecto no ha dado aún solución: la consecución de tierras de montes públicos para la gente con ideas, a través de acuerdos con la Administración.