"Somos una zona amenazada y con un porvenir bastante oscuro". Las palabras y el pesimismo que continenen son de Francisco Gómez Rodulfo, presidente de las comunidades de regantes del Tajo en Extremadura. La federación --conocida como Fertajo-- representa a 18.000 regantes y una superficie de 80.000 hectáreas, todas en la provincia de Cáceres. "La situación es muy desesperada. Lo que estamos lanzando es un SOS", insiste con voz grave.

Durante los últimos 50 años la zona norte de la región ha vivido apoyada en el regadío como motor económico. Lo evidencia la importancia que el cultivo del tabaco ha tenido para estas comarcas o el hecho de que, a su sombra, se han desarrollado otras producciones agroindustriales como el pimentón, el espárrago, los cereales o incluso el tomate. También el gran tesoro del Jerte, la cereza, ha requerido de esta práctica agrícola. Pero hoy, como explica Gómez Rodulfo, las distintas áreas regables de la provincia sufren problemas específicos que amenazan con hacerlas inviables a medio --e incluso corto-- plazo.

Siguiendo el curso del río Tajo, la zona regable de Valdecañas simboliza lo que el riego podría haber supuesto --con una apuesta más decidida de las administraciones-- y no ha sido. "Es la gran promesa incumplida --relata el presidente de Fertajo--. Aquí se habló de convertir hasta 30.000 hectáreas en regadío e instalar una potente industria complementaria. Pero apenas se transformaron 6.000 y solo se riegan un millar de hectáreas".

A la misma altura, pero en la margen derecha del Tajo, se extienden las vegas del Tiétar, el gran reducto de la producción tabaquera española. Son cerca de 2.000 agricultores dedicados casi en exclusiva a este cultivo sobre una superficie de más de 10.000 hectáreas. "Hay poco más que eso. Algo de pimiento. Y no hay alternativas. Pero su porvenir es bastante oscuro", comenta Gómez Rodulfo, que rápidamente profundiza en el otro gran problema de esta área regable: "es la zona más húmeda de Extremadura, donde más agua hay, pero por falta de infraestructuras sus agricultores no tienen capacidad para regar. El embalse del Rosarito es insuficiente para cubrir toda la demanda, y los proyectos para ampliarlo nunca se han llegado a ejecutar".

Al límite de la subsistencia

En las vegas del río Alagón, las trabas son de rentabilidad. "Los regantes se han metido en grandes proyectos para su modernización, pero tienen serias dificultades para pagarlos. El aumento del coste de la energía y las inversiones están estrangulando a los agricultores", explica el representante de las comunidades de riego. De acuerdo con sus cálculos, cada regante desembolsa cada año unos 50 euros por hectárea en concepto de electricidad, más tarifas y cánones de la confederación. "Ya están al límite de la subsistencia", como en el Borbollón, "donde pagan dos cánones de regulación y tienen problemas de rentabilidad que les impide hacer mejoras, porque ya no pueden pagarlas".

En el Valle del Ambroz, del proyecto de 3.000 hectáreas regables hoy solo se cultivan 600 y muchas de las obras proyectadas nunca se realizaron. Casi como en Portaje, donde se construyó la infraestructura pero no llegó a correr agua por las acequias.

Ante este panorama, Fertajo reclama urgentemente un plan de viabilidad para el regadío cacereño, algo así como un Plan Badajoz para los regantes del Tajo.