La bala rebotó en una piedra y la mala suerte hizo que el suceso tuviera un trágico final. Aunque también influyeron las condiciones climatológicas (lluvia y nubes bajas). Son los presuntos motivos que ocasionaron que el pasado fin de semana un cazador perdiera la vida en una montería en Hornachos (la Guardia Civil tiene abierta la investigación), justo en la misma localidad donde un año antes otra persona fallecía también en una actividad cinegética, en esa ocasión, una suelta de perdices. «Pero son casos puntuales», quiere subrayar el presidente de la Federación Extremeña de Caza, José María Gallardo.

Para reforzar su argumento recuerda que en la región hay 86.000 licencias de caza y que cada temporada se celebran más de 2.000 monterías. Aunque reconoce que se comenten imprudencias porque, a veces, «se baja la guardia y no se respeta como se debería las normas de seguridad». «Por eso es importante insistir en la sensatez», incide.

Un examen

Gallardo dice que Extremadura es de las pocas comunidades donde los cazadores tienen que pasar un examen para el que deben aprender, entre otra temática, cuáles son las medidas de protección que hay que respetar en una acción cinegética. «Es fundamental que no se muevan de los puestos (lugares desde donde se dispara), que no salgan a buscar su pieza hasta que no acabe la montería, hasta que el postor (la personas que los va colocando) pase a por ellos. Porque cualquier movimiento es una alerta y puede terminar en accidente».

Entre puesto y puesto hay una distancia de, como mínimo, 100 metros, según marca la ley. «Aunque puede ser menos si, por ejemplo, hay un cambio de rasante».

La normativa también obliga a llevar en la parte superior del cuerpo algún elemento de color amarillo o similar.

En cuanto a la licencia de caza, «hay que pasar un examen teórico, otro práctico y otro psicotécnico. Básicamente existe más control que cuando te vas a sacar el carné de conducir. Pero a la ahora de la verdad es más peligroso un coche que una escopeta», asegura el presidente de Fedexcaza.

Aunque también apunta: «Obviamente estamos hablando de armas, de manera que los accidentes, cuando ocurren, siempre van a ser graves».

Los más mayores

Reconoce también Gallardo que al igual que hay situaciones de mala suerte, la imprudencia existe en las monterías y en la caza menor. Y ésta es la causante muchas veces de los sucesos con trágico final. Rompe una lanza a favor de los jóvenes en cuanto al respeto de las medidas de seguridad, a la vez que admite que son las más mayores los que, cuando se da el caso, protagonizan las temeridades. ¿El motivo? El amplio conocimiento del terreno, la confianza que aportan años de batidas en el monte. El nivel de alerta de rebaja y se olvida no sobrepasar la línea roja.

Un movimiento de un cazador más allá de su zona permitida puede poner en alerta a otro que está a apenas 100 metros, que puede creer que tiene delante la oportunidad de un lance.