Dilma Rousseff, la mujer a la que los militares de la dictadura brasileña (1964-1985) bautizaron como "la Juana de Arco de la subversión", ha obtenido prácticamente el mismo resultado que tuvo Inácio Lula da Silva en las dos primeras vueltas presidenciales del 2002, un 46%, y en el 2006, un 47%. Pero hay un matiz que le da mayor valor al triunfo parcial pero holgado de la elegida: Dilma no tiene hoy por hoy, todavía, ni el carisma ni la categoría de mito de Lula; y hace apenas 8 meses las mismas encuestas que pronosticaban el triunfo de Dilma en primera vuelta, daban como vencedor a José Serra.

Dilma Rousseff tendrá que esperar hasta el 31 de octubre para convertirse en la primera mujer presidenta de Brasil, pero le han faltado poco más de tres puntos para superar la mitad más uno de los sufragios, con una diferencia de más de 15 millones y medio de votos y casi 15 puntos porcentuales de distancia respecto del candidato de la derecha, José Serra.

Lula va a tener que seguir trabajando hasta el último segundo de campaña junto a su heredera para asegurar que se repitan los mismos votos del pasado domingo. Lula deberá esmerarse, con sus reconocidas artes seductoras, para atraer el considerable voto disidente ecologista, un sorprendente 19%, logrado por su exministra de Medio Ambiente, Marina Silva, y prestar atención también a los desencantados abstencionistas, que en algunas zonas del Brasil --el noreste en especial-- superaron elevados porcentajes del 20%.

Fue Lula quien eligió a Dilma Rousseff como candidata sabiendo que enfrente iba a tener como rival a quien él mismo derrotó en dos ocasiones en las presidenciales del 2002, el exalcalde de Sao Paulo y exministro en el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso, José Serra. Conociendo muy bien el perfil del adversario, el 13 de noviembre del 2008, antes de ser recibido por el Papa en el Vaticano, Lula descubrió por sorpresa sus planes en un acto no oficial lejos de Brasil.

Todo hecho

Nunca antes había participado Dilma como candidata a cargos ejecutivos, además de carecer de influencia política en el Partido de los Trabajadores, al que se afilió en el 2002, cuando Lula logró la presidencia después de tres elecciones consecutivas perdidas.

Dilma tendrá que saber esperar unos días más. Los márgenes de la contienda política están ya muy definidos. Serra despierta un fuerte rechazo y la munición disparada por medio de denuncias de corrupción, falsas o no, sobre el entorno de la candidata ya está consumida. El resultado electoral del domingo solo alarga la agonía de la oposición.