T.S. Elliot afirma en Tierra baldía que abril es el mes más cruel. En cuanto a La Habana se refiere se equivoca: es agosto. Las autoridades son conscientes. Y ahora, con el agravante de Fidel Castro enfermo, temen algún brote de descontento. Tal vez por eso, las autoridades suspendieron ayer el carnaval de La Habana, la fiesta más antigua y popular de la capital, que empezaba hoy.

Si en algún momento el descontento encuentra caldo de cultivo para aflorar con más intensidad es este mes. El más caluroso, con una humedad pastosa. Los estudiantes, sin clases. Alimentándose en casa. Durante el curso, lo hacen gratuitamente en los colegios. Los alimentos en Cuba consumen la mayor parte de los ingresos y los subsidiados no cubren la canasta básica.

Quienes diseñan de manera oficial lo que se hará en el verano, cargan la mano en la programación televisiva, que suponen atractiva, para que la gente permanezca frente a los receptores ante la imposibilidad de salir de veraneo por falta de fondos y de sitios asequibles donde ir.

Fue el 5 de agosto, pero de 1994, cuando ocurrieron las más importantes protestas en la capital cubana, que el Gobierno atribuyó a un plan de EEUU, y que otros consideran fue el resultado de una explosión espontánea.

Hoy, ante la enfermedad de Fidel y previendo lo que pueda ocurrir, las organizaciones de masas han movilizado a sus seguidores, empezando precisamente por Centro Habana y La Habana Vieja. "La calle es de los revolucionarios", gritaba a voz en cuello un hombre que caminaba por Galiano. Hubo miradas de aprobación, rechazo e indiferencia difíciles de promediar. En Cuba, de lo único que la gente se permite discutir pública y acaloradamente es de béisbol.

Los mítines se suceden y los medios de comunicación dan amplia cobertura. Las consignas mezclan vivas a Fidel y a su hermano Raúl, de quien se esperaba apareciera en público, pero no ha sido. "Aparecerá cuando haga falta," decía alguien. Ante todo ello, la preocupación crece entre la gente al igual que la incertidumbre por el futuro.