Llevan meses negociando una reconciliación, pero la desconfianza y el odio se mantienen intactos. La Autoridad Nacional Palestina (ANP) y Hamás escenificaron ayer la distancia oceánica que les separa en una redada de las fuerzas de seguridad palestinas contra militantes islamistas en la ciudad cisjordana de Kalkilia. Durante casi siete horas se enfrentaron a balazos con una saña que recuerda los peores episodios de la guerra que ambas facciones libraron hace dos años en Gaza. Dos activistas de Hamás, el dueño de la casa que les cobijaba y tres policías murieron.

El incidente se enmarca en la larga campaña de la ANP --dominada por Al Fatá-- para desmantelar las redes sociales, políticas y militares de Hamás en Cisjordania desde que los islamistas expulsaron a sus fuerzas de Gaza en junio del 2007. La víspera, sus cuerpos especiales, entrenados en Jordania bajo la supervisión de Estados Unidos, arrestaron a otros 22 activistas de Hamás, acusados de posesión de armas y de incitación a la violencia.

Manteniendo a los islamistas a raya en su feudo, el presidente palestino, Mahmud Abbás, obtiene credibilidad frente a Estados Unidos e Israel. Su Gobierno se ha tomado muy en serio el desarme de las milicias que le exige la Hoja de Ruta. Sin ir más lejos, Barack Obama aplaudió el pasado jueves en la Casa Blanca sus progresos alcanzados en materia de seguridad.

TRABAJO SUCIO Internamente, sin embargo, muchos le acusan de hacerle el trabajo sucio a Israel, de cooperar con su Ejército y de dilapidar las posibles opciones de reconciliación con Hamás. Como protesta por lo sucedido, los islamistas amenazaron ayer con ausentarse de la próxima ronda de negociaciones con Al Fatá, prevista para el 5 de julio en El Cairo.