El líder iraquí, Sadam Husein, le ha hecho al presidente norteamericano, George Bush, la peor de las jugarretas: aceptar la destrucción de sus misiles Al Samud 2, tal como le habían exigido los inspectores de desarme de la ONU.

La Casa Blanca se apresuró ayer a descalificar la última concesión de Bagdad como "la continuación de trucos y engaños. Creo que es justo decir que el régimen de Sadam Husein es un engaño envuelto en una mentira, dentro de un fraude", manifestó el portavoz presidencial, Ari Fleischer, en un alarde de ingenio que parafraseaba una de las más célebres definiciones sobre el "secreto, envuelto en un misterio, dentro de un enigma" que se atribuye al alma rusa.

Quizá Fleischer sabía bien que estaba comparando al dictador iraquí con los dirigentes de Rusia, pues pocas horas antes el ministro ruso de Exteriores, Igor Ivanov, había advertido sin ambages que el Kremlin estaba dispuesto a hacer uso de su derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU "para preservar la estabilidad mundial".

EL SEXTO PORTAVIONES

Ivanov se refería explícitamente a la nueva resolución presentada por Estados Unidos, España y el Reino Unido que pretende establecer que Bagdad ha violado sus obligaciones de desarme y "abrir la vía a una solución del problema iraquí por la fuerza". Igualmente, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Dominique de Villepin, subrayaba que la aprobación de ese texto en las Naciones Unidas "sería el primer paso hacia la guerra" de Irak.

En realidad, sería el último paso de una carrera bélica en la que el Pentágono ha desplegado ya a 225.000 soldados y medio millar de aviones de combate en la región del golfo Pérsico. Dentro de tan sólo una semana, llegarán a la zona un sexto portaviones (el poderoso Nimitz , con su grupo naval), los superbombarderos invisibles B-2 y, aún más importante, estarán en posición los 20.000 integrantes de la 101 División Aerotransportada, el cuerpo militar más poderoso del mundo, especializado en ataques en profundidad tras las líneas enemigas. El asalto de la división 101 dará inicio a la ansiada invasión del territorio de Irak.

EL CAMPO DE BATALLA

Todo está, pues, dispuesto y Bush ha declarado al diario USA Today que está convencido de que "los americanos comprenden plenamente que Estados Unidos pronto irá a la guerra". En la entrevista, Bush aseveró: "Todavía somos un campo de batalla", en referencia a los terribles atentados del 11-S. Y, según explicó el diario, mostró muy poca preocupación sobre el debate en la ONU, la división entre los aliados y la posibilidad de un veto en el Consejo de Seguridad a la nueva resolución autorizando la guerra.

Probablemente porque, como le explicaba ayer a France Presse un alto diplomático en la sede neoyorquina de la ONU: "La guerra se desencadenará. La Administración norteamericana ha tomado su decisión y si se presta a una segunda resolución no es más que para contentar a su aliado británico. Hace semanas que la guerra es la única opción de Estados Unidos".

Sin embargo, las últimas concesiones de Sadam han complicado las cosas para el frente belicista, especialmente porque el jefe de los inspectores de la ONU, Hans Blix, ha reconocido que le ha hecho cambiar de opinión y ahora prepara un informe más positivo sobre Irak que el que tenía previsto, y en el que había criticado la "limitada" colaboración de Bagdad.

Si el informe que presentará Blix el día 7 subraya la cooperación de Sadam al destruir los Al Samud 2 --misiles sin los cuales Irak quedará bastante desprotegido frente a un ataque de EEUU--, Bush y sus seguidores lo tendrán muy difícil para convencer a la comunidad internacional de que es precisa la guerra.

UN JUEGO MUY CRUEL

Ayer mismo, los dos más fieles escuderos de Bush, el premier británico, Tony Blair, y el presidente del Gobierno, José María Aznar, trataron de restar todo significado a la destrucción de los Al Samud, aduciendo que formaba parte "de un juego muy cruel de Irak con los deseos de paz de millones de personas en el mundo". Ambos continúan pretendiendo que han presentado una nueva resolución en el Consejo de Seguridad para trabajar por la paz, cuando no cabe ya ninguna duda de que EEUU quiere usarla como cobertura legal para ir a la guerra.

Por eso, ni uno solo de los otros 12 miembros del Consejo --ni siquiera Bulgaria, cuyo voto da EEUU por descontado-- han manifestado oficialmente su apoyo a la nueva resolución. Todos saben que su aprobación sería el pistoletazo de salida para la segunda guerra del Golfo.

Igual que suena a parodia escuchar a Bush prometer una solución al conflicto palestino-israelí en cuanto Sadam sea derrocado. Cuando ha sido la estrategia de la Casa Blanca, tras el 11-S, la que ha amparado la política de tierra quemada del Gobierno israelí de Ariel Sharon, que está envenenando aún más el conflicto.