Pekín respondió con su artillería dialéctica más pesada al anuncio de la venta de armas estadounidenses a Taiwán, isla que considera innegociablemente suya. Es la última y más grave disputa bilateral desde que el presidente estadounidense, Barack Obama, viajara dos meses atrás a Pekín y escenificara una sintonía en el G-2 expuesta a demasiados riesgos enquistados. Taiwán es el mayor de ellos, el que solivianta sin remedio a Pekín desde hace más de 30 años.

Las reacciones llegaron por varios frentes. El viceministro de Asuntos Exteriores, He Yafei, anunció que el plan "perjudicará definitivamente los lazos bilaterales, tendrá un efecto muy negativo en los intercambios y la cooperación entre ambos países y acarreará consecuencias a las que ninguno de los países quiere hacer frente".

También instó a Estados Unidos a reconocer la gravedad del asunto, revocar la decisión y dejar de armar a Taipei. La Oficina para Asuntos de Taiwán alertaba de que Washington había "avivado las llamas de la independencia" de la isla y puesto en peligro la seguridad nacional. El Ministerio de Defensa anunciaba el fin de los intercambios militares.

Al otro lado del estrecho de Formosa, el presidente taiwanés, Ma Ying-jeou, se congratuló de la operación. "La venta contribuye a que Taiwán se sienta más segura y confiada en sus intercambios con China e impulsa el desarrollo de los lazos entre las dos partes", dijo a la agencia oficial.

OPERACION DE 4.600 MILLONES La venta, por un valor de 6.400 millones de dólares (es decir, 4.600 millones de euros), incluye 60 helicópteros UH-60M Black Hawk, 114 misiles Patriot de capacidades avanzadas, buques barreminas y tecnología informática. Y excluye más cazas F-16 y diseños para submarinos diésel, a pesar de que estaban en el pedido taiwanés. Los expertos lo explican por la preocupación de Obama a la reacción de Pekín.

China y Taiwán están separadas por 160 kilómetros en su punto más cercano. A ambas orillas del estrecho de Formosa se acumulan miles de misiles de corto y medio alcance. EEUU es el mayor abastecedor de armas a Taiwán, con el que mantiene un Acta de Relaciones por el que se obliga a su defensa. Pekín ha amenazado con la réplica militar si Taipei declara formalmente la independencia, que ya disfruta de facto.

La notificación al Congreso de Washington el viernes aún no ha sellado la venta. Los legisladores tienen 30 días para comentarla antes de que Taipei pague la factura. La beligerancia china busca que EEUU o Taiwán se echen atrás a última hora. "Estas ventas contribuyen a la estabilidad y la seguridad en el estrecho", comentó ayer una portavoz del Departamento de Estado.

Cabe esperar las consecuencias tras el ruido diplomático, repetido tras cualquier venta de armas estadounidenses a Taipei. Que termine la colaboración militar no es un asunto trascendental porque era ya casi inexistente desde otra venta del expresidente George Bush en el 2008, aunque en la reunión presidencial de dos meses atrás hubiera compromiso de aumentarlo.

DIFICULTADES Es más previsible que se atasquen las negociaciones sobre cuestiones internacionales de interés para EEUU como los programas nucleares iraní y norcoreano. Washington también depende de Pekín en la lucha contra el cambio climático o la crisis global, que ha afectado menos a China que a EEUU.

Taiwán es el corolario de las dificultades del G-2 por acompasar intereses propios y compromisos comunes, por evitar tropezar en las mismas piedras. Aquella armonía sellada en la cumbre de Pekín ha sido dinamitada por la devaluación del yuan, desequilibrios en la balanza comercial y derechos humanos.