Un fragoroso intercambio de artillería de una hora reventó el armisticio que rige en la península coreana desde 1953. Pyongyang disparó ayer docenas de proyectiles sobre una isla surcoreana situada cerca de una frontera marítima en disputa, a las que su vecino del sur respondió con otros 80 proyectiles.

El resultado incluye dos soldados surcoreanos muertos, decenas de civiles y militares heridos, unas 70 casas destruidas, y la mayor tensión en décadas alrededor del paralelo 38, la última frontera de la guerra fría.

La mayoría de los proyectiles del ataque norcoreano, que empezó a las 14.34 horas (ocho horas menos en España), impactaron en una base militar, pero otros erraron el destino y cayeron en zonas no concretadas. Las televisiones surcoreanas mostraron numerosas columnas de humo. En la isla de Yeonpyeong, a 10 kilómetros de suelo norcoreano, viven 1.700 personas. Fuentes oficiales reconocieron ayer que la zona sigue "en estado de caos" y sin electricidad.

ORIGEN CONFUSO El origen del conflicto es confuso. Corea del Norte aseguró que solo respondió a una provocación de sus vecinos. La postura de Pyongyang no es del todo descabellada. Seúl reconoció después que antes del incidente efectuaba maniobras militares y ensayos balísticos en la isla, aunque apuntando al oeste, y no al norte.

El ataque a la isla llega cuando 70.000 tropas surcoreanas empiezan maniobras anuales. Los ensayos, con presencia estadounidense, enervan a Pyongyang, que los ve como simulaciones de una eventual invasión.

CRUCE DE ACUSACIONES Tras el ataque, ambas Coreas intercambiaron acusaciones y amenazas. Para Seúl, el ataque fue "intencionado y planificado", supone una "clara provocación militar" y vulnera el armisticio. El Gobierno, reunido en un búnker subterráneo, prometió "una dura represalia" si se repite una provocación parecida. Seúl también ha cancelado las conversaciones sobre la reunificación.

Pyongyang amenazó a las tropas del sur con un ataque "sin piedad" si osan traspasar territorio norcoreano "un solo milímetro". El régimen de Kim Jong-il acusó a EEUU y Seúl de arruinar la concordia con sus intenciones de reforzar su alianza.

COMPROMISO DE EEUU Washington condenó de inmediato el ataque y recordó el "compromiso firme de defender" a su aliado surcoreano. China, alineada a menudo con Pyongyang, aclaró que había tomado "nota" del ataque, mostró su preocupación e instó a las partes a esforzarse por la paz. Rusia siguió el discurso contemporizador chino, aunque aludió al "peligro colosal" que vive la península coreana. En Japón, que acumula pleitos históricos con Pyongyang, el primer ministro, Naoto Kan, ordenó a su Gobierno que esté preparado para "cualquier eventualidad".

Según varios expertos, el clima global hostil está detrás del programa de enriquecimiento de uranio que hace unas semanas Corea del Norte mostró a un científico. A la actual beligerancia del régimen contribuye el proceso hereditario, donde el hijo de Kim Jong-il debe hacerse valer frente a los militares.