La de ayer se antojaba una jornada clave para medir el aguante de los opositores al régimen de Hosni Mubarak tras la orgía de violencia provocada por los seguidores del presidente en las dos jornadas precedentes. Y la superaron con nota. Cientos de miles de egipcios se manifestaron en El Cairo, Suez o Alejandría sin que se registraran apenas altercados en una movilización bautizada como el día de la despedida . Mubarak no dimitió, como quieren sus rivales políticos, pero en la plaza cairota de Tahrir (Liberación) se dejaron ver por primera vez algunos allegados del régimen.

Las críticas internacionales parece que han surgido efecto. Tras las batallas campales del miércoles y el jueves, el nuevo primer ministro, Ahmed Shafiq, reconoció la responsabilidad de su Gobierno en detener la sangría y prometió que las imágenes de los dos últimos días no volverán a repetirse. La capital amaneció en calma y sin rastro de partidarios de Mubarak con ganas de bronca. Los militares se desplegaron en las calles adyacentes a la plaza Tahrir, donde estos días se iniciaron las trifulcas, con una actitud muy distinta, esta vez vigilante y decidida. Todo un respiro para los periodistas que siguen en el país. La intimidación y los arrestos han cesado, al menos a escala masiva.

FESTIVIDAD El ambiente en la plaza volvió a ser de fiesta y optimismo, tras superar las zancadillas que ha puesto el régimen desde que se iniciaron las protestas, el 25 de enero. Desde entonces, según el Gobierno, han muerto ocho personas y 800 han resultado heridas. Las estimaciones de la ONU elevan los muertos a 300, y a 4.000 los heridos.

En una de las bocas de Tahrir se abrió un pasillo para recibir con aplausos a la gente que entraba en la plaza y darle la bienvenida al grito de "¡Musulmanes y cristianos, somos la misma mano!". Y es que no fue un camino de rosas llegar hasta este microcosmos liberado donde cualquiera puede expresarse con libertad sin temor a represalias.

Grupos de simpatizantes del régimen intentaron prevenir la llegada de los manifestantes a la plaza, intimidándoles en el metro o directamente en sus barrios, donde en cada esquina sigue habiendo barricadas vigiladas por patrullas de vecinos armados. Algunos dirigentes o allegados al régimen han empezado a postularse para suceder a la dinastía Mubarak. El secretario general de la Liga Arabe y exministro del régimen, Amr Moussa, visitó ayer por primera vez la plaza desde el inicio de la revuelta. Moussa es consciente de que cuenta con un importante respaldo popular en la calle y, poco antes de llegar a Tahrir, dejó abierta la puerta a su candidatura. "¿Por qué no?", dijo.

En la plaza fue recibido con aprecio, pero no llegó a dirigirse a la multitud. Tampoco lo hizo el ministro de Defensa, Mohammed Tantawi, cada día más querido por la negativa del Ejército a intervenir contra los manifestantes. En realidad Tantawi se limitó a pasar revista a la tropas posicionadas a la entrada y a saludar a varios manifestantes, pero su gesto no pasó inadvertido.

INFLUYENTE AL AZHAR Quien ha roto definitivamente con el régimen es el influyente portavoz de Al Azhar, muchos de cuyos ulemas se han sumado activamente a las protestas. Al Azhar es la más reputada institución educativa del islam suní, así como la máxima autoridad religiosa egipcia, aunque desde la llegada de Nasser al poder ha estado estrechamente controlada por el Estado. "Dimito porque estoy participando en las protestas y me he manifestado en las protestas, y me comprometido a apoyar a los revolucionarios hasta el final", dijo Rafah Tantawi.

No se ve el final de la revuelta egipcia, a pesar de que el tiempo corre en contra de los dos bandos. El régimen afronta una creciente presión internacional y un durísimo varapalo económico, como reconoció ayer el ministro de Finanzas.