En Israel, los candidatos a primer ministro sin currículo militar quieren demostrar su capacidad de mando con un acto de fuerza. Lo hizo Simon Peres en 1996 y la operación terminó en tragedia (100 muertos). Lo ha repetido ahora Ehud Olmert en Jericó, la única ciudad palestina que no había sido ocupada por el Ejército israelí durante la Intifada, para intentar dar un vuelco a unas encuestas a la baja y contrarrestar las acusaciones de debilidad lanzadas por el Likud. Ha sido una provocación que amenaza con encender de nuevo la mecha de la violencia a pocos días de las elecciones, y a pesar de que Hamás sigue respetando la tregua desde hace más de un año.

El presidente palestino ha acusado a Estados Unidos y al Reino Unido de connivencia con el asalto. Y la ONU se ha limitado a pedir "calma y contención" a las partes, puesto que Washington vetaría cualquier condena a Israel. Un grave error, porque la política de la tensión puede provocar nuevas oleadas de violencia.

*Catedrático de Historia.