El accidente que acabó con la vida del presidente Lech Kaczynski ha supuesto para muchos una prueba de fuego para las relaciones entre Rusia y Polonia. La frágil relación que ambos países mantienen desde hace décadas y que ha pasado por momentos delicados en los últimos años por las malas relaciones entre Kaczynski y Vladimir Putin era un mal punto de partida ante una tragedia que una buena parte del pueblo polaco leyó al principio con sospecha. Son muchos los que estos días han confesado que lo primero que se les pasó por la cabeza al conocer el accidente es que Rusia estaba detrás.

"La primera llamada que recibí el sábado fue la de mi madre gritando por teléfono que los rusos habían matado al presidente", comenta Pawel, un joven polaco realizador de documentales. "La histórica desconfianza entre ambos países imposibilitaba que la idea no apareciera en nuestras mentes", remató.

Pero las muestras de solidaridad rusas están teniendo gran eco en los medios de comunicación polacos. El presidente ruso, Dmitri Medvédev, depositó ayer un ramo de flores en la embajada de Polonia en Moscú con motivo del día de luto nacional decretado en Rusia. Medvédev colocó las flores junto a una foto del presidente polaco y su esposa, María, y firmó en el libro de condolencias. Cientos de voluntarios que hablan polaco se han ofrecido como traductores y guías para ayudar a los familiares de las víctimas, llegados a Moscú para la identificación de los restos de los fallecidos.

EL RECUERDO DE KATYN Que la tragedia esté tan estrechamente relacionada con la masacre de Katyn --la matanza de 22.000 soldados polacos a manos de la policía secreta de Stalin-- podía haber vuelto a convertir ese recelo en odio. Pero parece que la historia ha querido esta vez que lo que muchos llaman el segundo Katyn puede ayudar a cerrar las heridas. Aunque para ello, insisten los polacos, Rusia debe permitir la investigación exhaustiva de lo ocurrido hace 70 años.