Por primera vez en su historia, la dirección del Partido Socialista (PS) francés estará en manos de una mujer. Tras un proceso largo y un congreso fracasado, los militantes votaron ayer entre las cinco de la tarde y las 10 de la noche, por segunda vez en dos días, para elegir a la sucesora de François Hollande, después de que en la primera vuelta del jueves quedaran finalistas la excandidata presidencial Ségolène Royal y la alcaldesa de Lille, Martine Aubry.

Los resultados no se conocían al cierre de esta edición, pero el duelo se presentaba muy igualado, pese a que el tercero en discordia, el representante del ala izquierda del PS, Ben´it Hamon, de 41 años, pidiera el voto para Aubry. La alcaldesa de Lille también recibió el apoyo en la primera vuelta del alcalde de París, Bertrand Delanoë, que se retiró tras obtener un 25,24% de apoyos en la consulta preliminar sobre las mociones presentadas al congreso de Reims, y, sin embargo, Aubry solo sumó 10 puntos al 24,32% con el que partía. Eso quiere decir que la mitad de los militantes que optaron por Delanoë no siguieron su consigna de voto y respaldaron a Royal.

La excandidata al Elíseo se benefició también del aumento de la participación (59,79% el jueves frente al 55% del 6 de noviembre, en la votación de las mociones) y estos dos factores la llevaron de nuevo a la victoria, con un 42,51%, 13 puntos más que el respaldo que cosechó su moción antes del congreso. Esta indisciplina, o libertad, de los militantes en el trasvase de votos podía repetirse anoche.

Por eso, Royal, en una declaración solemne hecha a mediodía, se dirigió a los 30.000 seguidores de Hamon (22,79%, cuatro puntos más que su moción) para solicitarles el voto en nombre del cambio, al menos generacional, que el joven eurodiputado representaba. Royal se presentó como "la garantía" del cambio en el partido, sin olvidar referirse al anclaje en la izquierda del PS, como defendía Hamon. "El voto debe permitir la transformación del PS, pero también su apertura hacia nuevos militantes, nuevas generaciones y nuevas prácticas políticas", dijo.

La elección se jugaba en el cambio y en la renovación. Dos conceptos que Aubry reivindicó. La alcaldesa prometió "una profunda renovación" de la dirección, con "nuevos rostros", aunque conservando las viejas caras "que inspiran a la izquierda". Las dos candidatas pronunciaron la palabra fetiche de la "unidad" en un partido que está muy dividido y que lo seguirá estando porque los representantes del Consejo Nacional, el máximo órgano entre congresos, fueron designados ya en el congreso de Reims, proporcionalmente a los votos de las mociones y sin esperar a la elección por los militantes del primer secretario. Este método puede complicar la gobernabilidad del partido si el primer secretario no tiene mayoría en los órganos de dirección.