Barack Obama suele bromear que en el tiempo que lleva de campaña --empezó un frío 10 de febrero del 2007-- en su equipo se han concebido niños, han nacido y han aprendido a andar. Ganar la presidencia de EEUU es un largo camino, sobre todo este año en que todo empezó antes de lo habitual. Pero cuando falta solo un mes para el primer martes después del primer lunes de noviembre, el demócrata que aspira a hacer historia convirtiéndose en el primer negro en llegar a la Casa Blanca afronta esta recta final destacado en los sondeos.

Para John McCain también está siendo una larga carrera. El republicano empezó la campaña el 25 de abril del 2007, y en el camino ha sufrido todo tipo de altibajos. Partió como uno de los favoritos, cinco meses antes de las primarias su campaña cayó en la bancarrota, los especialistas y su propio partido lo descartaron y, sin embargo no solo aguantó sino que ganó cómodamente la candidatura en contra de la base más recalcitrante del movimiento conservador. Tras meses de espera mientras los demócratas elegían entre Obama y Hillary Clinton, McCain hizo los deberes, y durante el verano y tras las convenciones no solo plantó cara a Obama sino que lo llegó a superar en los sondeos, gracias al efecto Sarah Palin. Pero en esta recta final es la cruz de la moneda: a falta de un mes, debe sobreponerse a un ambiente político (y unas matemáticas) más adversos que nunca.

LA CRISIS Economía es el nombre del juego. Cuando los dos candidatos empezaron la campaña, Irak, la sanidad, la emigración y el cambio climático eran los temas estrella. En los dos debates que ha habido hasta ahora, de emigración no se ha hablado e Irak ya casi no cuenta. La crisis juega en contra de McCain por varios motivos: porque así sucede cuando tu partido ha estado gobernando los últimos ocho años y porque su comportamiento estas semanas de locura en Wall Street y Washington ha sido cuanto menos errático.

Unas elecciones a la presidencia de EEUU son en realidad 51 citas electorales locales (50 estados y el distrito de Columbia). Por eso, las campañas trabajan a partir de lo que se llama el mapa electoral: qué partido ganó en qué estado hace cuatro años, dado que el presidente se elige por el número de votos electorales ganados y no por voto popular (quien gana un estado se lleva todos los votos electorales excepto en Maine y Nebraska, que dividen los votos según el resultado).

Desde la revolución Reagan, el mapa electoral permanece casi inalterado, con retoques. Los fortines de cada partido están muy claros y también lo están los estados en los que plantear batalla (Ohio es un clásico). Sin embargo este año, por el atractivo de ambos candidatos entre los independientes, los dos partidos planeaban rediseñar el mapa electoral. El puñado de estados claves se amplió a otros que hace cuatro años no se discutían.

Hasta que estalló la crisis de Wall Street, las encuestas en estos estados hablaban de empates y de ligeras ventajas para el uno o para el otro. Pero esta semana Obama ha demarrado y se ha disparado en los sondeos. Según las medias de encuestas que efectúa Realclearpolitics, el demócrata gana --y en casi todos los casos por sustanciales ventajas-- en ocho estados que Bush le ganó a John Kerry en el 2004 (Ohio, Virginia, Florida, Nevada, Carolina del Norte, Nuevo México, Colorado y Iowa). En cambio, McCain no le roba ningún estado. La estrategia de ambos candidatos refleja estos resultados. Desde junio, Obama ha protagonizado 82 actos, 62 de los cuales han sido en estados que Bush ganó en el 2004. McCain, por su parte, ha efectuado 97 actos, 59 de ellos defensivos (en estados ganados por George Bush) y 38 ofensivos (estados que votaron a John Kerry).

Todo se reduce, sin embargo, al tema subyacente de campaña: más allá de las encuestas, cuando los estadounidenses depositen su voto, ¿votarán al héroe de guerra o romperán esquemas y apoyarán al candidato negro?