El creciente descontento de los estadounidenses con la gestión del presidente, George Bush, y en particular con la sangrienta guerra de Irak no sólo está dando alas a la oposición demócrata para atacar a Bush, sino que le está privando también del apoyo de su propio partido. El sector moderado de los representantes republicanos en el Congreso encabezó esta semana una explosiva rebelión contra la política conservadora de la Casa Blanca porque genera cada vez más desaprobación entre los votantes que deben reelegirlos en las elecciones legislativas previstas para el año próximo.

"Hay incertidumbre, ansiedad, porque el sentido común impulsa a los ciudadanos a cuestionar lo que estamos haciendo; la gente se dice que no tiene sentido", confesó ayer a The Washington Post el senador republicano, George Voinovich. En consecuencia, Voinovich se sumó en el Senado a quienes impidieron la renovación, siquiera por un año, de los recortes de impuestos establecidos por Bush en su primer mandato.

En la Cámara de Representantes, la revuelta de los moderados republicanos contra Bush fue aún más lejos, ya que forzó a los conservadores de su partido a retirar un proyecto de ley que se proponía recortar en 54.000 millones de dólares (45.900 millones de euros) el gasto público a costa de programas sociales.