En las postrimerías de la segunda guerra mundial, los acuerdos de Bretton Woods contemplaban la creación de un organismo estable internacional que ayudara a dinamizar el comercio. Desde 1948, y hasta la creación de la OMC en 1995, el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) desarrolló ese papel. Tras la ronda de Uruguay, que se prolongó de 1986 a 1994, nació la OMC.

La primera ronda de la OMC es la que se inició en Doha (Qatar) en noviembre del 2001 con una agenda amplísima que podría resumirse en tres capítulos: agricultura, industria y servicios. Su inicio no tuvo el éxito esperado, por lo que se intentó un relanzamiento de las conversaciones en Cancún (México) en septiembre del año pasado. El encuentro se saldó con un fracaso, en buena parte porque un grupo de 20 países, entre los que figuran Brasil, India y China, impidió que se alcanzaran acuerdos.

La OMC se dotó de cinco principios que deben ser respetados. El primero es que un país no debe discriminar entre sus interlocutores, aunque existe la figura de nación más favorecida, que se da a todos por igual; tampoco puede discriminar entre sus propios productos ni de fuera, pero puede aplicar la figura de trato nacional. El sistema debe ser más libre y previsible. También ha de ser más competitivo, sin subvenciones, y más ventajoso para los pobres.