Por oportunos problemas de agenda, el halcón Rumsfeld no pudo escuchar las cuitas de los soldados que pedían fecha y hora para volver a Estados Unidos. A buen seguro, Rumsfeld sí pudo solazarse con el dúo de epígonos, Aznar y Berlusconi, quienes, desde una ostentosa villa de verano en Cerdeña, le recordaban que están con la resolución estadounidense, con ésta y con cualquiera que Bush necesite para legitimar la ocupación. Las alianzas de preguerra se repiten en la posguerra. Nadie ha aprendido nada de esta guerra: ya se puede preparar la siguiente.