Un eclipse solar a una semana de que prenda el pebetero es el corolario de que algo falla este año. Desde que a Pekín le concedieran los JJOO, los chinos esperaban toneladas de dicha en 2008 y han acumulado las peores tragedias en décadas. Para el supersticioso pueblo chino hay indicios y explicaciones tras cada desgracia.

Por ello no parece casual el eclipse, que en la antigüedad presagiaba problemas y empujaba al emperador a evitar comer carne, consultar al oráculo, decapitar a los astrólogos que no lo habían pronosticado y ordenar al pueblo que tocara con brío tambores para ahuyentar al dragón antes de que mordiera el sol. Los chinos ya saben que detrás de un eclipse solo hay un cruce de caminos entre la luna y sol, pero el cúmulo de desgracias ha enfatizado las viejas creencias.

Las teorías se han multiplicado en las últimas semanas. La más audaz es la maldición de las mascotas olímpicas. Sus nombres, recitados de carrerilla, dicen "Pekín te da la bienvenida". Su elección se ha desvelado premonitoria. Así, el panda Jingjing se asocia al terremoto que causó cerca de 90.000 muertos en Sichuan, donde retoza la mayoría de estos fósiles vivientes. El antílope Yingying, que corre en los altiplanos tibetanos, estaría detrás de las revueltas de Lhasa. El acoso global a la antorcha olímpica es cosa del fuego Huanhuan. El pez Beibei se relaciona con las inundaciones y monzones que azotaron el sur del país. Del peor accidente de trenes de la década, que causó 70 muertos en abril, se responsabiliza a la golondrina por su parecido lejano a una cometa, cuya competición más importante tiene sede en Weifang, lugar de la tragedia.

Número de la suerte

Incluso el número ocho despierta dudas. Es el número de la suerte porque su pronunciación se asemeja a fortuna. Los números de teléfono o placas de matrícula se encarecen a medida que acumulan ochos. Las fuerzas se invierten cuando se fuerzan, advierte el seminal Libro de los Cambios. Y es evidente que China ha exprimido al ocho. Hay miles de bodas y nacimientos, con cesárea si es necesario, planificados el ocho de agosto. Pekín desoyó al COI y adelantó la inauguración olímpica a las 8:08 del 8 de agosto del 2008. Las matemáticas arropan la teoría: el temporal ocurrió el 25 de enero (25/1); la revuelta tibetana, el 14 de marzo (14/3); y el terremoto, el 12 de mayo (12/5). Todas las sumas de esas combinaciones de números resultan ocho. El terremoto se produjo a 88 días de la inauguración de los JJOO.

Hablar de maldiciones de mascotas, eclipses u ochos habría conducido a la cárcel durante el maoísmo. El gran timonel prohibió las supersticiones medievales por entorpecer la modernización del país. Pero tampoco entonces los dirigentes comunistas despreciaron el poder de las creencias populares: el terremoto de Tangzhan de 1976, que causó 240.000 muertos, fue ocultado a la población por miedo a que lo relacionara con la Revolución Cultural. Las supersticiones estuvieron larvadas y resucitaron en los últimos años, junto con el confucionismo, taoísmo y otras creencias perseguidas.

Ante tanto mal augurio, cabe agarrarse a la teoría del equilibrio del yin y el yang. Aseguran los expertos de feng shui que, tras tanta catástrofe, solo un éxito olímpico sin parangón puede restablecer el orden cósmico.