La cumbre del clima de Naciones Unidas, celebrada en Marrakech, se cerró ayer con una declaración de apoyo al importante acuerdo de París, suscrito hace un año, sin ir más allá al no tomar grandes decisiones políticas. Tampoco era el enfoque de la reunión que convocó a casi 200 países en la ciudad marroquí, pero la llegada a la presidencia de Donald Trump ha abierto nubarrones en la aplicación del compromiso que se calificó como un paso tan necesario como vital para luchar contra el calentamiento global. Es esta una amenaza para el futuro del planeta que solo las mentes más obtusas se atreven a negar. Así lo hizo, sin ir más lejos, el presidente electo de los Estados Unidos a lo largo de su campaña electoral. En ese sentido, anunció sus intenciones de retomar el proyecto de un oleoducto que enlaza los campos de petróleo de Canadá con las refinerías del sur de Estados Unidos, reimpulsar el fracking y retirar las limitaciones al carbón. O sea, apostar por energías fósiles contaminantes. Llegó incluso a decir en un tuit que el concepto del calentamiento global fue creado por y para los chinos para restar competitividad a las empresas americanas. Es de esperar que en esta cuestión tan trascendental, como en otras en las que se guía por argumentos insostenibles, Trump rectifique con su llegada a la Casa Blanca y aplique el pragmatismo que le ha pedido el mismo secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.

Todos los grandes dirigentes que han pasado por Marrakech han destacado la irreversibilidad del compromiso. La decisión presidencial de Barack Obama y de su colega chino, Xi Jinping, significó el respaldo de EEUU y China -los dos mayores emisores de gases de efecto invernadero-al acuerdo de París, que ya suscriben 97 países que suman el 69% de las emisiones. Revocar el acuerdo, como señalaba el programa electoral de Trump, no le será tan fácil. La decisión solo puede producirse al cabo de tres años de haber firmado, con una notificación previa de otro. Ahora bien, para un político como Donald Trump todo puede ser papel mojado.

Ya en un terreno mucho más cercano y al margen de la comunidad internacional, al Gobierno de Rajoy también le toca actuar. Porque los compromisos deben demostrarse con hechos. Esta semana se ha sabido que España ha bajado 10 puestos en 3 años en el ranking de la lucha contra el cambio climático.