El estado anímico de miles de jóvenes de entre 20 y 30 años es de indignación. Estamos indignados por habernos topado con una realidad demasiado alejada de los principios de respeto y justicia humana en los que fuimos educados. Indignados porque, pese a haber cumplido nuestra parte del trato con la sociedad y el Estado a partir del cual se daba por hecho que llegaría un día en el que desempeñaríamos una labor que haría posible llevar una vida digna, nos hemos visto arrojados al olvido por parte de una sociedad y un Estado que no han cumplido su parte del trato. Estamos indignados porque, pese a haber invertido grandes sumas de dinero en universidades para nuestra formación y futuro acceso al mercado laboral, todavía no hemos obtenido la recompensa prometida. Estamos indignados por ver la indiferencia de las instituciones ante la precariedad laboral, que se ceba en nosotros bajo la falsa justificación de la crisis económica. Indignados por la continuas mentiras para justificar una situación que imposibilita nuestra estabilidad, aunque asegura la de las personas o sectores próximos al poder. Indignados por ver que no todos somos iguales ante la ley y ante la Administración; quien pertenece a un partido político lo tiene bastante más fácil a la hora de acceder a un puesto de trabajo. A los jóvenes se nos sigue dando largas. Por todas estas razones, y siendo consciente de que se podría hacer bastante más de lo que se está haciendo, pido a los políticos y a las instituciones que empiecen a actuar responsablemente de acuerdo con la difícil situación actual, que nos pone entre la espada y la pared y está empezando a agotar nuestra paciencia.

Hugo Morales **

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