La petición del entrenador Fernando Vázquez para acabar con la xenofobia en el fútbol no es la petición desiderativa y resignada del que pide acabar con el hambre en el mundo, por ejemplo. Y no lo es porque Vázquez incluye en la petición una medida concreta, practicable y eficaz: bastará con que los jugadores abandonen el partido cuando se produzca un hecho xenófobo. Lo decía la semana pasada a propósito del jugador Moussa Marega, del Oporto, que abandonó el campo por culpa de las canciones racistas y los gritos de «¡mono!, ¡mono!» de la afición rival. Vázquez aplaudía la decisión del jugador y lamentaba que sus compañeros y el entrenador no abandonaran también el campo. E incluso reprochaba la actitud del árbitro, que se sumó a los jugadores y al entrenador para convencer a Marega de que no abandonara.

La medida de Vázquez parte de la convicción de que la xenofobia es un problema que solo pueden resolver los jugadores. «Entiendo que los grandes clubes no van a hacerlo. Solo va a resolverse cuando los jugadores decidan irse y se pierdan partidos», dice. Sin embargo, conoce las consecuencias, que sí afectarían a los clubes, grandes y pequeños, a las competiciones de Liga y a las de categoría regional, a todos. Y es que abandonar el partido no supondría su cancelación para jugarlo en otra fecha, sino la derrota del equipo cuya afición veje a jugadores del equipo rival. Lo cual supone perder ingresos, claro, aunque esto no lo diga Vázquez, que prefiere traducir las consecuencias a términos de competición, en tanto que perder partidos significa perder puntos, y perder puntos significa perder posiciones en la clasificación e incluso descender de categoría. Una pérdida económica, en traducción recta.

Malo que el ordenamiento jurídico abandone en manos de los jugadores el tratamiento de la xenofobia, por encima de la Comisión Antiviolencia (Ministerio del Interior) y del Comité de Competición de la Federación, los dos organismos encargados de sus desahogos. Pero el fútbol es así. Las aficiones tendrán que elegir entre gritar «negrodemierda» o ver fútbol. Y los clubes, entre el insulto o la recaudación.

*Funcionario.