Quisiera diferenciar dos aspectos importantes que suelen confundirse en este tema. La educación empieza en la familia y acaba en el colectivo sociocultural al que se pertenece, y consiste en aplicar unas pautas de conducta basadas en la lógica, el respeto y la solidaridad. Otra cosa es la formación, que es la introducción de diversas materias útiles para el desarrollo del ser humano y, por ende, de la sociedad. Se puede ser exquisitamente educado, pero analfabeto y, al contrario, poseer una eminente formación académica y ser un maleducado. La adecuada combinación de ambas cuestiones resulta en sociedades altamente evolucionadas, capaces de regir su devenir y de solucionar, si no evitar, problemas como esta estafa global llamada crisis (véase Islandia).

El comportamiento actual de nuestra juventud es resultado de nuestro presente. A nuestros jóvenes no les gusta lo que ven y viven a diario, y menos aún el futuro que intuyen. Sus progenitores estamos más preocupados por encontrar trabajo, pagar sus facturas o ganar dinero que por pasar tiempo con ellos. Al sistema le interesa que prevalezca la mediocridad sobre la excelencia, y cuenta con nuestra colaboración. Una sociedad mediocre resulta fácilmente manipulable, mientras que los colectivos educados en la positividad y poseedores de una sólida formación son capaces de generar sus propios objetivos vitales, convirtiéndose de ese modo en peligrosos trombos que amenazan seriamente el sistema circulatorio del organismo capitalista.

Sergio Torres **

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