Un asesor de Bill Clinton utilizó la frase "La economía, estúpido" para enfocar adecuadamente la campaña electoral de 1992 en EEUU, y enseguida se popularizó como una forma de expresar la esencia de un asunto. Desde que hace años comenzó a gestarse la crisis política española que ahora sufrimos, agravada por el desastre financiero y económico que comenzó entre 2007 y 2008, son cientos de páginas las que se han escrito sobre sus posibles causas, características, posibles soluciones y consecuencias.

Sin embargo, a veces, nos olvidamos de lo más importante. Hace unos días, en el debate propiciado durante una conferencia sobre, precisamente, el necesario ajuste que debe producirse entre partidos políticos y ciudadanía, surgió un tema que a mi juicio es absolutamente fundamental: el miedo. El miedo al cambio. El ser humano --como todos los animales-- tiene inscrito en sus genes el miedo como función orgánica que garantiza la supervivencia, ya que el miedo alerta del peligro y eso permite la defensa; lo que hace singular a los hombres y las mujeres es que además somos capaces de sentir miedo cuando en realidad no hay ningún peligro, algo que se ha estudiado mucho en el ámbito de la psicología y, en casos extremos, puede conllevar problemas serios en forma de neurosis. Fíjense si el miedo es una emoción potente que es capaz de paralizar por completo el funcionamiento de un cuerpo humano.

Naomi Klein , investigadora y escritora que ocupa un lugar preeminente en el movimiento antiglobalización, escribió "La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre" (2007), que luego dio lugar al excelente documental homónimo dirigido por Mat Whitecross y Michael Winterbottom ; Klein cita las palabras de Mike Battles, un ex agente de la CIA, a propósito de la situación generada tras la invasión de Irak ("Para nosotros, el miedo y el desorden representaban una verdadera promesa"), y ella se refiere así a esa afirmación: "Sus palabras podrían constituir el eslogan del capitalismo contemporáneo: el miedo y el desorden como catalizadores de un nuevo salto hacia delante".

Seguramente, casi todos los lectores habrán escuchado durante los últimos meses o años una expresión parecida a esta: "Con todo lo que está ocurriendo, no sé cómo la gente no sale a la calle y se arma una bien gorda". Y creo que el miedo, ese mismo miedo que puede llegar a paralizar un cuerpo humano, también puede llegar a paralizar todo un cuerpo social. Así que sí, mi experiencia me dice que "es el miedo". Es el miedo a un estatus inferior lo que frena a muchas personas a arriesgar sus puestos de trabajo, sus liberaciones sindicales o sus cargos políticos para enfrentarse al orden establecido; es el miedo a estar solo lo que lleva a muchos activistas sociales y políticos a renunciar a sus propias ideas; es el miedo a ser señalado lo que conduce a muchas personas a hacer lo mismo que la mayoría; es el miedo a lo desconocido lo que no nos permite pensar más allá de los límites que conocemos; es el miedo al cambio, en fin, lo que casi siempre nos impide cambiar para estar mejor de lo que estamos.

Uno de los grandes reconstructores del orden mundial tras el crack del 29, Franklin Delano Roosevelt (1882-1945), ya lo dijo, parafraseando al filósofo griego Epicteto (55-135): "De lo único que tenemos que tener miedo es del propio miedo"; de hecho, el asunto era tan importante para él que fue uno de los cuatro puntos fundamentales ("Libertad de vivir sin miedo") de su célebre Discurso de las Cuatro Libertades, que pronunció el 6 de enero de 1941. Ya se ha escrito mucho sobre ello pero, como parece que no cala, es importante repetirlo: estamos viviendo un cambio de paradigma y las cosas ya no volverán a ser como antes. Es decir, el cambio se va a producir, se está ya produciendo, con nuestro miedo o sin él. Muchos estamos empeñados en cambiar las cosas (los asuntos sectoriales que nos conciernen profesionalmente, los partidos políticos, los medios de comunicación, la incardinación de la Red en la sociedad, etc., etc.), pero casi todas son pequeñas cosas en comparación con las transformaciones subterráneas en marcha.

Desde la intimidad (la edad a la que tenemos hijos), pasando por las relaciones sociales (la revolucionaria irrupción de Internet) hasta llegar al orden mundial global (el nacimiento de nuevas potencias), todo, absolutamente todo, está mutando. Se está generando nada menos que un Nuevo Orden. Es como si viviéramos en el centro exacto de un tornado. ¿Cómo no vamos a tener miedo? No nos queda más remedio que convivir con el miedo... como siempre. De lo que se trata es de dejar de entretenernos en pequeñeces, de mirar con fortaleza al horizonte, de asumir que tenemos que cambiar casi todos los parámetros con los que pensábamos que viviríamos siempre --empezando por el capitalismo-- y convencernos de que ese cambio nos hará más felices. La valentía no consiste en no tener miedo, sino en ponerlo a nuestro servicio.