La emoción en la política también cabe, claro. Hartos de semanas de insultos, exageraciones, mentiras, datos falsos, alarmismos y tensiones inventadas y sin justificar, llama la atención cómo el primer secretario del Partido Socialista de Cataluña, Miquel Iceta, echara a llorar este viernes en una acto tras conocerse la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba. Difícil papel el suyo, en general lo viene siendo para quienes en esa comunidad defienden ideas sociales y esenciales de izquierda frente al sentimentalismo y la demogogia -aberración política consistente en usar las bajas pasiones del electorado- de quienes portan banderas con las que tapar miserias, asidas a un palo con el que agredir.

Esas dificultades topan con la negación de los mínimos elementos democráticos, como le ocurre ahora al infeliz Iceta con la actitud de partidos como ERC, o los herederos de Pujol y Mas (con el nombre que usen en cada momento), y hasta con cierta ambigüedad inicial de Ciudadanos, que rápido ha rectificado.

Pedro Sánchez quiere hacer de Iceta presidente del Senado. Se trata de un doble gesto, con Cataluña en general, que tendría a un uno de los suyos como tercera autoridad del Estado tras el monarca y la presidenta del Congreso, y eso debería agradar a los ‘indepes’ como catalanes, pero que además contarían con la sensibilidad de un paisano para el caso hipotético -creo, y espero que no volverá a suceder- de que haya que poner en marcha de nuevo la suspensión de la autonomía, el 155.

Pero como Iceta no es senador, necesita que el Parlament de Cataluña lo nombre dentro del cupo al que tiene derecho (Extremadura ha contado siempre con dos senadores de designación autonómica, que siempre se han repartido PSOE y PP, y en la actualidad son Rafael Lemus y Diego Sánchez), algo habitual en todas las cámaras autonómicas, y por eso mismo el socialista José Montilla, ex president de la Generalitat, acaba de renunciar a su escaño senatorial para que lo tome Iceta.

CONOCÍAMOS ya la poca colaboración que los herederos políticos de Pujol y Mas vienen prestando últimamente a la buena marcha del país, cuya prosperidad y estabilidad siempre beneficiará a los más adelantados, como es Cataluña, también Madrid, y cuyo actual mentor, Puigdemont, es un prófugo y huido de la justicia, y también sabemos de la cierta decepción con Esquerra Republicana que prefiere seguir jugando a la independencia antes que votar Presupuestos estatales de izquierda, pero lo que no sabíamos es que ya ni siquiera son fuerzas democráticas o practican el mínimo respeto democrático, pues se oponen, y de momento con trabas y zancadillas de plazos parlamentarios, a que los socialistas catalanes designen senador a quien dentro de su cupo les dé la gana.

En estos momentos, con Montilla firmada la renuncia, el PSC está sin senador y no se sabe si Iceta conseguirá, y en qué condiciones, ser designado por el Parlament para luego beneficiarse de la mayoría absoluta del PSOE en el Senador y quedar elegido presidente del mismo. Hasta Ciudadanos tuvo unos titubeos iniciales que por suerte resolvió pronto a favor del respeto y fair play democrático: que el Parlament le designe, que ya votarán ellos en contra de que presida la Cámara Alta. Todo lo contrario a ERC y JxCat, la actitud de Cataluña en Comú Podem (franquicia territorial de Podemos) que ha dicho que dará todas las facilidades.

Cuando el electorado español, y dentro de él el catalán, ha hablado claramente el 28 de abril a favor de la moderación, las buenas formas, la política positiva, el entendimiento interpartidos para solucionar problemas, y en contra de las tensiones y malas prácticas públicas, en aquel gran rincón del noreste peninsular algunos se empeñan en empequeñecer y manchar el peso y ejemplo de Cataluña en muchos sentidos, negando sencillamente la democracia para abonarse a un neofranquismo vestido con muchas capas de adorno y disimulo pero que recuerda al dicho de la mona, que mona se queda.